La ciudad de Valencia es mucho más que el constante debate sobre el turismo y el marrón de los apartamentos turísticos que se comportan, por ... cierto, como la materia: donde hay algún espacio libre, lo ocupan. Hasta los entresuelos se han transformado en mini-hoteles. Por mucho que ahora lo critique la oposición es un problema heredado con el que se ha encontrado Maria José Catalá y su equipo que bastante harán con ordenarlo por mucho que sea algo que no sólo está pasando aquí.
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Pero Valencia es mucho más. Sus posibilidades y oportunidades para crear nuevos espacios para los valencianos son enormes. Para hacer ciudad.
Un ejemplo: ¿imaginan la transformación que se podría plantear en la zona de La Glorieta sólo cambiando el uso del antiguo edificio de la Aduana Real? Está en obras y hasta hace poco acogía la sede del Tribunal Superior de Justicia aunque antes tuvo también otras funciones: corazón del comercio del siglo XVIII o Fábrica de Tabaco después. Forma parte del patrimonio de la ciudad y es de los últimos edificios que quedan de manzana completa.
Su rehabilitación terminará a finales del año que viene y su posible transformación -imaginen cualquier uso lúdico, cultural y social para disfrute de los valencianos- permitiría ganar un nuevo espacio en pleno centro donde hoy sólo hay un cruce de caminos y un espacio totalmente desaprovechado desde el punto de vista de ciudad.
Hasta el inicio de las obras de rehabilitación celebraba ya poca actividad judicial aunque era residencia oficial del presidente de turno del TSJ y del fiscal jefe, privilegios que hoy se podrían descartar. Es más, una vez acomodados sus señorías en las dependencias transitorias que ocupan desde hace ya un tiempo -con mucha generosidad- tendría sentido que siguieran allí mientras la Generalitat acomete la ampliación de la nueva Ciudad de Justicia que, por cierto, también está en marcha. Con todo y por fin, quedaría definitivamente unida la práctica judicial en la ciudad en un único lugar frente a la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
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Pensar en la mejor Valencia, aparcando ideologías o estereotipos y lograr que los proyectos clave transciendan la temporalidad de la legislatura es una virtud política que creo que se puede atribuir a la alcaldesa Catalá. Avanzar con proyectos que superen las siglas políticas y se lleven a cabo porque son buenos. La planificación de los principales ejes de carril bici no fueron un invento de Grezzi -sí su apuesta por meterlos casi por cualquier sitio- fueron decisión de Rita Barberá. Del mismo modo, la plaza del Ayuntamiento del futuro deberá tener la semilla que dejó planteada Ribó y Sandrá Gómez -que tenga buena suerte por Europa- que permita al actual gobierno hacer realidad la nueva plaza del Ayuntamiento que todos queremos. Proyectos que transcienden legislaturas y siglas políticas por el bien de todos. ¿No les parece?
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