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Si en algo coincide 'el aroma' de la mayoría de encuestas que se han publicado hasta la fecha -a pocas horas de que arranque la ... campaña electoral- es que el resultado está reñido. Ser gobierno o ser oposición depende de unos pocos milmes de votos que serán determinantes para inclinar la balanza electoral hacia una opción u otra. Estamos como en empate técnico y con sensaciones encontradas que van como por barrios: aires de cambio o de continuidad.
Además hay incógnitas que solo despejarán las urnas: qué pasará realmente con Vox -será mejor, peor o igual como cuando te preguntan al revisarte la vista-; si el efecto Yolanda Diaz empujará a Podemos hasta el ansiado 5% o qué daños colaterales causará un Ciudadanos presente aún sin opciones reales de obtener resultados.
También existen dudas sobre qué partido se beneficiará del voto oculto, cuánto voto útil se hará efectivo, quién será capaz de movilizar la bolsa de indecisos o qué primeras sensaciones se desprenderán del voto por correo. Todo influye y se tiene en cuenta de cara al domingo 28: desde la meteorología prevista o la agenda deportiva y cultural de ese día.
Además, hay otra variable de enorme interés que hace aún más especial esta cita: el ambiente preelectoral nacional que ya está instalado en esta primera vuelta porque ya sabemos que dentro de muy poco, en diciembre, serán las elecciones generales. Por lo tanto, el resultado del 28 de mayo tendrá su traslación directa en ayuntamientos y autonomías pero también su traslación inmediata en clave nacional como circunstancia influyente en las próximas elecciones.
Por todo eso y hasta que llegue el día 'd', estamos presenciando una campaña electoral apasionante, intensa, pegada a la calle y de enorme cercanía en la que lo partidos están peleando y arañando cada voto. También es la campaña de las redes sociales y la segmentación de contenidos por intereses, localización, edad o preferencias. Es una campaña pegada a la calle, la de las pequeñas plazas -como las de Ximo Puig-, con los colectivos y tejido asociativo como la de Carlos Mazón, la de los encuentros con vecinos -como esta semana María José Catalá reunida con varios en una peluquería- o la de los bautizos civiles de Joan Ribó.
Y en este contexto para ayudar a decidir a los ciudadanos no parece que sobren los debates electorales y cuantos más se celebren pues mucho mejor. Porque debatir y confrontar ideas siempre es bueno. Los lectores de LAS PROVINCIAS, los oyentes de la COPE y la audiencia de La 8 Mediterráneo tendrán su debate electoral, sí, pero se quedarán algunas sillas vacías por la ausencia de Puig y Ribó, que han decidido no asistir. Más allá de las siglas políticas, suelen ser quienes gobiernan los que tienden a ausentarse de este tipo de eventos tan necesarios y saludables en democracia como, si practicarlos, fuera sólo cosa de aspirantes. Pero en las elecciones los debates son, a mi juicio, tan necesarios como el dolor de huesos lo es para poder crecer. ¿No les parece?
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