Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

Lo siento por Begoña Gomez, la verdad. Sabiendo ahora que el tema de fondo de la cursi carta de Pedro Sánchez era la imputación de ... su mujer, comprendo su reacción. Quién ha estado imputado conoce la sensación amarga que te invade y te envenena por dentro. Te sitúa frente al abismo de lo desconocido. Es un proceso lento y progresivo pero demoledor. Es implacable. Por muy inocente que seas.

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Estar imputado, como se ha dicho toda la vida aunque ahora se diga investigado, tiene unas letras que juntas te aplacan, te anulan, te tumban, te impiden seguir. Porque te señalan. Cuestionan frente a los demás tu buen hacer. Tu trayectoria profesional y personal, tu trabajo diario y tu compromiso con cualquier cuestión se traduce a ojos de todos, en duda casi inevitable. Pocos se mantienen cerca.

La imputación te sitúa, en segundos, frente a un camino que no has elegido y que además no has caminado nunca. Un recorrido que intuyes que podrá tener enormes recovecos totalmente desconocidos donde, por primera vez, estás en manos de otros. No controlas los tiempos, que se hacen eternos porque no responden a una cadencia normal. Sólo suman los días hábiles. La justicia que esperas se hace eterna a base de plazos, recursos, paralizaciones por motivos varios. O porque sencillamente los sábados, domingos y festivos dejan de contar.

Sin entrar en más detalles, también debes preparar la cartera porque como en todo en la vida (o en casi todo) hay que pagar las elevadas minutas de los abogados. Si has tenido la fortuna de conservar tu trabajo no te verás abocado a desprenderte además de tu patrimonio. O sí. (Esta cuestión, por cierto, también debería resolverse para todos aquellos que han quedado declarados inocentes de injurias mientras realizaban su trabajo al servicio de la administración).

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A Begoña Gómez le espera todo esto y más. Una tortura insospechada que afectará a su día a día y al de su familia. Es un misil de alcance que ha caído sobre la mesa del comedor particular de una familia normal por mucho que vivan en un palacio que se llama La Moncloa. La reacción de Pedro Sánchez evidencia algo que un político, desgraciadamente, no puede permitirse el lujo de mostrar en estos tiempos. Porque le hiere de muerte: sitúa exactamente el lugar donde se encuentra su punto débil. Empatizo con el sufrimiento que tiene y el que le espera. Se le adivinan tiempos muy duros.

De todo lo dicho por Francisco Camps tras su décima absolución, tras 15 años de terrible travesía judicial para él y su familia (que por cierto también empezó con una carta), me quedó con su deseo de que ningún español vuelva a pasar nunca más por un sufrimiento tan enorme como el suyo y el de su familia. Contra Camps arrancó una forma de hacer política lamentable que todavía hoy permanece. Una forma de acabar con el contrincante político que no aporta nada bueno y que se debería erradicar. En todos los casos. Primero pedir explicaciones y darlas. Rendir cuentas, con transparencia. En caso contrario, siempre quedará la justicia. ¿No les parece?

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