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Cuando llueve, aunque llueva poco, lo que me pide el cuerpo es hacer un cocido. Y tomarlo mientras dura el mal tiempo. Caminar bajo una ... lluvia sin excesos y hacerlo sin paraguas es otro pequeño placer propio del otoño. Ver la Albufera con lluvia es otro regalo que esta maravillosa Valencia ofrece en días extraños como los de hoy.
Me ha dado por pensar qué opinarán las cookies de mi ordenador al respecto porque últimamente tengo la impresión de que se adelantan a mis pensamientos. Quizá esta tarde, cuando vuelva a abrir mis redes sociales, me recomienden cazuelas, una gabardina o quién sabe si un paraguas. Las cosas son así ahora.
En Instagram no paran de aparecerme mujeres haciendo una modalidad de pilates que se practica contra la pared y las piernas se emplean como si escalaras una montaña. En la irrealidad de las redes se ve que si haces eso a diario se te van todos los males y hasta recuperas tus niveles hormonales. ¡Un milagro! Parece tan sencillo que casi te dan ganas de revelarte frente a tu realidad matinal -tipo hacer bocatas para el almuerzo, camas, pasear perros o recoger- y optar por esta modalidad deportiva que te castiga cara a la pared.
Viene al caso esto que les cuento porque esta red social también me recomendó un día seguir a un tipo que se pasa el día bailando. Va de costa a costa de los EEUU enseñando a bailar a personas de todas las edades, condiciones físicas y habilidades rítmicas que descaradamente se prestan a enseñar sus avances en videos que logran -como el pilates de pared- que te apetezca echarte unos bailes. Y no es para menos. A los americanos se les acumulan citas importantes en pocos días. Andan en pleno sarao. En un par de días el despliegue de Halloween, en menos de una semana las elecciones americanas -yo como Aznar, ni con Kamala ni con Trump- y en unas pocas más a celebrar Acción de Gracias.
No tengo dudas de que Justneto acompañará todos estos acontecimientos con coreografías ad hoc. Cuenta con 3 millones de seguidores y defiende las ventajas que aporta el baile a la calidad de vida de las personas. Siempre baila con mucha gente -los hay con más o menos destreza- se les nota como muy libres (sin los corsés que la vida nos impone a todos) y poniendo en práctica la máxima que siempre dice mi amiga Pilar Collado de que en la vida «si quieres bailar, cántate».
En el fondo empiezo a estar un poco harta. Ya sea por las cookies -mis redes sociales deben pensar que me falta marcha y ha detectado un estado de ánimo otoñal y por eso me recomiendan bailar y hacer pilates-, por el recuerdo de nuestras navegaciones en internet, por las llamadas comerciales que recibimos o porque nuestro teléfono nos escucha, convivimos con la impresión de que se han traspasado todos los límites de nuestra privacidad. ¿No les parece?
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