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Ya les hablé de él hace unos meses. José Soria, o mejor dicho, mi Rolling Stone de la terreta favorito, es un valenciano que supera ... los ochenta y que, pese a todas las adversidades que le reserva su día a día por la enfermedad de Parkinson que padece desde hace años, se resiste a rendirse.
Su fórmula es imbatible y la recomienda allá por donde va. Muy especialmente entre los médicos, especialistas y demás pacientes con los que comparte tratamientos y esperas. Una fórmula contra la rendición o, mejor, una declaración de guerra frente al enemigo que es su enfermedad: «la triple A». Una combinación equitativa entre amistad, actitud y actividad. Sus claves para seguir viviendo con ganas haciendo frente a la adversidad. Sin bajar la guardia porque esta enfermedad no regala treguas. Yo intento tener siempre presente su ejemplo vital, en especial, cuando vienen mal dadas.
El otro día, mientras más de 22.000 corredores participaban en la media maratón que recorría la ciudad de Valencia, José Soria se enfundó su ropa deportiva y se lanzó a la calle para, en la medida de sus posibilidades, cubrir unos cuantos cientos de metros. Con la misma ilusión y energía que cualquiera de los demás participantes. O más. Lo imagino preparando con mimo su gesta la noche de antes. Seleccionado las zapatillas que suelen acompañarle en sus retos deportivos y comprobando que el carro que le permite caminar con seguridad estuviera en condiciones de asumir su velocidad. Y todo ante la atenta mirada de su mujer, Margarita con la que lleva casado más de 60 años. Una escena similar a la que viven los maratonianos cuando van a recoger sus respectivos dorsales y la bolsa del corredor -que entrega la organización de las carreras los días previos- pero, en este caso, sin tanto bullicio y en la intimidad de casa.
Soria lleva corriendo muchos años. En el Perellonet -donde es toda una institución- se le puede ver a diario practicando running en la orilla del mar cuando el sol empieza a asomar. Sus vecinos organizan cada año una prueba que lleva su nombre y que da cita a incondicionales del deporte y del espíritu de la triple A. Porque Soria representa el esfuerzo y las ganas de vivir. Y correr su particular manera de enfrentarse a todo.
Todos tenemos a un José Soria cerca. O lo hemos tenido. Y en un día como hoy, dedicado al recuerdo de todos los que ya no están -con permiso de Leonor- me ha dado por pensar en la importancia del ejemplo que damos como antesala de nuestro propio recuerdo.
Los vacíos que nos dejan los que pasan a «la habitación de al lado» como dejó escrito San Agustín de Hipona, son imposibles de llenar. La pena sólo se logra calmar a base de mantener vivos los recuerdos y las dudas se despejan recurriendo a las enseñanzas que con su ejemplo vital nos dejaron. ¿No les parece?
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