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Andan cabreados los veterinarios. Y no les falta razón. La nueva normativa que impulsa el Gobierno en aplicación del reglamento europeo sobre medicamentos veterinarios ha ... encendido todas las alarmas del sector, especialmente, entre las clínicas. Lo que se presenta como una medida para frenar la resistencia a los antibióticos -algo indiscutible y necesario por ejemplo en producciones animales- está generando efectos muy negativos en la salud de nuestras mascotas y en la labor diaria de las clínicas. Esto es, el 90% de la profesión.
Hables con quien hables, la crítica es general y el malestar creciente también entre los dueños de animales que también resultan damnificados.
Entre los cambios hay de todo. Positivos y razonables como crear un registro de todas las prescripciones de antibióticos en una plataforma común. ¿Será por burocracia? Pero hay otros más polémicos y trascendentales que inciden directamente en el cuidado animal que limitan la capacidad del veterinario para dispensar directamente medicamentos desde sus clínicas. Esto, que era lo habitual por necesidad -porque las dosis son pequeñas, el coste para el cliente más ajustado y la urgencia suele requerirlo- se sustituye por un nuevo procedimiento ineficaz y más cuando el animal está sufriendo.
La solución de ir a las farmacias -cuando en la práctica están desabastecidas y ni siquiera disponen de los medicamentos específicos para humanos imaginen la espera cuando se trata de animales- no es efectiva. En enfermedades agudas o graves esa espera puede ser fatal.
En la práctica, ya han empezado las primeras multas y sanciones a las clínicas que ya soportan demasiados impuestos -que soportan muchos a costa de reducir sus tarifas- con un IVA tan disparado como si tener un animal fuera un artículo de lujo. Pero también empiezan a conocerse las primeras víctimas que como 'Selva' -una perra que no recibió a tiempo la medicación que necesitaba- falleció. Es una pena que hasta en estos asuntos parece que la empatía también se regula por coyuntura política (¿recuerdan al perro Excalibur?) y el bienestar animal ahora no importa.
Hay muchos problemas graves que resolver antes. Evidentemente. Pero está cuestión requiere de diálogo con un colectivo que reclama sentido común y equilibrio. Esta vez, y por el momento, no hay demasiadas pancartas. Pero hay enfado porque el margen de error en la salud animal es muy pequeño, y la falta de respuestas lo está estrechando aún más.
Queda espacio para la negociación y el Gobierno debería aprovecharlo para dar oxígeno a una profesión que cada vez está más acorralada. Lejos de lo que pueda parecer, peligran las clínicas de toda la vida que se difuminan ante la llegada de los fondos de inversión y las grandes cadenas multinacionales. La Generalitat -hay dos consellerias implicadas- es sensible a estas reclamaciones y creo que acierta. ¿No les parece?
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