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Ayer amaneció el día con una estupenda noticia que ocupaba buena parte de la portada de LAS PROVINCIAS. Y no es para menos. Decía así: ' ... La Navidad de siempre vuelve a Valencia'. Y es que todos tenemos en nuestra memoria esa navidad única, especial y mágica que nos acompaña siempre. Este año nos espera iluminación por las calles principales de la ciudad, en las avenidas y jardines, más belenes, abetos decorados por todos los barrios, más mercadillos y música de villancicos. Todo para hacer posible el mejor escenario que contribuya a hacer posible esa magia única que merecen los más pequeños. Son sus fechas. Ya me entienden, no es que antes no se hiciera nada porque no es verdad, pero es que el embalaje a mi juicio se quedaba muy corto.
Siempre quise que mis hijos pudieran vivir esa Valencia con la Navidad de siempre que guardo en mi memoria y que, por desgracia, nunca he podido darles porque ya se les pasó el arroz a ellos, pero también, a los de su generación. Más allá del circo ya sin animales o la feria de atracciones, el plan más navideño era un pequeño paseo por la plaza del Ayuntamiento no tanto por su iluminación como para poder dejar la carta a los Reyes Magos en el histórico y mítico buzón de la sede de Correos. Después el Belén de Roca en la huerta y, como no, la exposición internacional que atesora Juan Manuel Gisbert el catedrático de Ingeniería Agrónoma de la UPV que tanto hace por la conservación del patrimonio valenciano a través de la Fundación Agromuseu de Vera. Eso era todo.
Está decisión llega tarde para los adolescentes de hoy, mejor dicho, los ascolescentes como apoda acertadamente Pedro Simón en su libro 'Los incomprendidos', a esa etapa de la vida por la que todos pasamos y que es, ciertamente, muy ascolescente para todos. Pero si llega a tiempo para los más pequeños porque una vez se enciendan las luces, y empiece la fiesta navideña, empezarán a construirse esos recuerdos a los que siempre volvemos aún cuando somos mayores.
Tengo la sensación de que los que aqui vivimos, en esta maravillosa Valencia, volvemos a recuperar un poco nuestra ciudad. Que hoy es un poco más nuestra más allá de para quiénes nos visitan. Bien por la alcaldesa Maria José Catalá. Es una decisión acertada y sin complejos que beneficia a la mayoría. Desde los que viven la Navidad como Mr. Scrooge, pasando por los más gruñones -que haberlos haylos- o los más fans, todos, atesoramos en lo más profundo de nuestra memoria ese instante mágico y melancólico de cuando éramos pequeños. Soy de las que piensan en la responsabilidad que tienen los padres de construir los mejores recuerdos para sus hijos porque serán soporte siempre. Vestir la ciudad de Navidad ayuda mucho. Y como dice el maestro Iñaki Zaragüeta, que es sabio en estas cuestiones: «la vida al final se resume en los amigos y unos cuántos recuerdos». ¿No les parece?
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