Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia

El Consell de Carlos Mazón cumple 100 días, ese plazo que se suele dar a los gobiernos para aterrizar y despegar. La clave, de hecho, no es tanto despegar sino encontrar el destino al que llevar la Generalitat. Los cien días, también, es el plazo ... que te dan los misiles del adversario.

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No coincidirá el conseller Rovira con haber disfrutado de este periodo de gracia en materia educativa durante estos primeros cien días. El inicio de la legislatura fue duro por coincidir el traspaso de poderes con verano y quedar pendientes dos cuestiones gruesas: las adjudicaciones de un año excepcional por el proceso de estabilización y el «laissez faire, laissez passer» con el que reaccionó la anterior Conselleria a la sentencia sobre los ámbitos y Proyecto Interdisciplinario. Al respecto, el actual equipo achaca un toque de mala fe al equipo saliente, posponiendo las decisiones -y adelantando los ceses- para que en agosto se disparasen los problemas de gestión. En cuanto a la instrucción sobre los horarios publicada en vísperas del retorno a las aulas, fue un trastorno para los centros. No habría que haber llegado a esa situación si en la reacción a la sentencia se hubiera defendido el servicio público al alumnado ¿Qué gobierno recorta la carga lectiva de Secundaria por la puerta de atrás y que se apañe el siguiente?

Este inicio a trompicones ha permitido a la oposición mandar en el relato educativo, reforzado por los sindicatos, durante los primeros meses del Consell, y la Conselleria ha gobernado a la defensiva. Le está costando arrancar su propio relato. Por ahora las bases están en el diseño de un plan de salud mental para las escuelas y en el cambio de la enseñanza del valenciano.

El plan de salud mental aúna varios departamentos -Bienestar Social, Sanidad y Educación- y su virtud es precisamente ésta: su papel de coordinación interadministrativa que optimice los recursos. Un resumen a lo bruto, Vicepresidencia lidera, Sanidad pone los recursos y el contenido y Educación el espacio y la necesidad.

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El otro gran eje es el volantazo al modelo lingüístico escolar, incluso adelantando los cambios a la ley de acompañamiento aunque haya que esperar hasta el próximo curso para que se pongan en práctica.

Este inicio en el ámbito educativo del Consell de coalición tiene, al mismo tiempo, mucho de PP y poco de PP. Tiene mucho del Partido Popular porque ha esquivado las ratoneras escolares que Vox reluce en otros gobiernos compartidos como es el caso del debate del polémico pin parental, que resuelven mucho mejor los centros que la política. Ayuda que en el tema lingüístico prime la visión popular alicantina, transversal en el sur, adversativa con la del Botànic y en la que Vox se puede identificar.

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Por el contrario, hay menos del PP cuando en estos cien días no termina de presentarse una política educativa propia, más allá del tema de la lengua, que recupere palabras clave como esfuerzo, excelencia, autonomía de los centros, autoridad docente, libertad de elección, gestión educativa o resultados académicos. En este sentido, los pasos todavía son tímidos como el recuperado papel de los inspectores en la evaluación de los nuevos docentes y directores.

El PP es un partido de gobierno, autonómico y nacional, que representa y propone un sistema educativo alternativo al pedagogismo de izquierdas imperante, y por tanto representa uno de los liderazgos que componen el debate educativo en España. Esta alternativa popular fluctúa entre la exigencia de Castilla y León y el liberalismo de Madrid, y el PP valenciano también debe aportar su voz propia.

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