Las becas universitarias para los estudiantes de las privadas fueron motivo de conflicto en las últimas legislaturas. La tensión constante entre una Conselleria que les dejaba fuera y unos tribunales que las devolvían. El actual Consell de Mazón ya trabaja para dar el mismo trato ... al alumnado sin distinguir la titularidad del centro en el que estudia. Lo ha anunciado para la única convocatoria que todavía hacía esta distinción tras los reproches judiciales: las de excelencia universitaria.
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Es el mismo conflicto de siempre, aunque cada caso incluye sus matices. Se centra en el debate sobre si el dinero acompaña al individuo o va directo a la institución. Los gobiernos del Botánico se empeñaban, hasta que fallaron los tribunales, en asociar las becas a la universidad y no al estudiante, otorgándolas según la titularidad y no la renta. Era una postura ideológica. La realidad, como señalaba una entrevista reciente al rector de la UCV, José Manual Pagán, «muchos de nuestros alumnos son hijos de trabajadores mileuristas». Por el contrario, el Botánico mantuvo el bono infantil, pese a que extendió la oferta pública y gratuita para los más pequeños.
Publicaba LAS PROVINCIAS este domingo que «la universidad privada se pone de moda en Valencia», unas instituciones que casi han duplicado sus alumnos en ocho años. A veces, sobre todo si el análisis se tamiza con los prejuicios, no termina de entenderse el papel real que está jugando la iniciativa privada en la enseñanza postobligatoria. Lo catalogo así porque en este recorrido que juega desde hace alguna década la universidad ahora también participa la Formación Profesional. Las instituciones superiores privadas alivian el colapso de un buen número de carreras y facultades y amplían las opciones de muchos jóvenes para seguir sus estudios.
No se piensa bien qué significaría lo contrario, es decir, solo permitir carreras públicas. Es anticonstitucional, ya sé, pero más allá del aspecto legal, sería tremendamente injusto para los jóvenes. Es injusto, sí, porque ni la oferta universitaria ni la de FP se construye según las necesidades sociales, del mercado de trabajo. Y la selección de estudiantes, la nota de corte, tampoco tiene una conexión directa con el grado de dificultad de la profesión. Por tanto, a la opción de pago de muchos, de alumnos que prefieren estudiar en la privada por ser su preferencia, se suman otros excluidos por las notas de corte. En este sentido, las becas son una segunda oportunidad para cumplir el anhelo de que nadie se quede fuera por razones económicas.
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Es raro escuchar eso, lo de solo permitir carreras públicas, pero es lo que se esconde cuando alguien muestra descontento con la matriculación privada. Lo más excluyente de la universidad no es el dinero, sino la calificación. Buena parte de los miles de estudiantes que no pueden estudiar Medicina se quedan a décimas de hacerlo, no a céntimos. Tampoco se quedan fuera por capacidad. No hace falta superar los 13 puntos en la Selectividad para afrontar los estudios con garantías. Obtener el título de Bachillerato es lo que se supone que nos garantiza esto, aunque sea con un cinco. Y el esfuerzo que lo acompañe, claro.
Esta presión sobre la oferta académica ha llegado hace unos años también a la Formación Profesional, donde la Administración pasada fue rácana en contar con la iniciativa social para el crecimiento de la oferta. En esta etapa, las notas de corte también dejan fuera a muchos estudiantes. La dificultad está en no dejarse llevar por las modas y sí por las necesidades ¡Ay, es tan fácil decirlo!
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