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TAYLOR SMITH
El estado de la educación

Educar en la amistad

Qué importantes son los amigos y, sin embargo, a nadie nos enseñan cómo serlo. Puede ser un buen momento para plantear esta formación para los adolescentes

Lunes, 13 de marzo 2023, 23:46

En esta sociedad líquida la amistad se ha convertido en el amor más longevo; no es extraño que se mantengan por décadas las tejidas en épocas escolares. Los títulos y los amigos nos acompañan, tantas veces, desde la juventud y son la principal herencia que ... obtuvimos del colegio. Quizás por eso mismo, por el recuerdo de la vivencia personal, el tema de los amigos es de interés para los padres y se acelera cuando el niño entra en la adolescencia. Los padres proyectamos en sus amigos los valores que deseamos encontrar en nuestro hijo y nos equivocamos cuando intervenimos a las bravas pensando que nuestra elección, por obligada, terminará siendo su elección.

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La influencia de los iguales, la aceptación por parte de otros coetáneos, es uno de las características que definen la adolescencia. En esta edad tan clave en la formación de la personalidad, los amigos son un agente educador fundamental.

Es más, en la prevención de determinados fenómenos que afloran en los entornos escolares, como el acoso o los trastornos de salud mental, una medida de protección deseada es el fortalecimiento de los vínculos sociales. La percepción de soledad es uno de los síntomas notables, y quien tiene amigos tiene un ejército que le protege de la invisibilidad. De hecho, existen programas de mentorías, es decir, que utilizan la socialización entre iguales para que un grupo reducido de escolares se formen para formar al resto de compañeros. Por citar alguno, proyectos de mediación escolar, los corresponsales juveniles del IVAJ o de prevención de ludopatías en Madrid.

Sin embargo, desde el punto de vista de la intervención educativa, es un tema olvidado. Hablamos de la importancia del profesorado e invertimos en su formación. Destacamos el rol educador de la familia y por tanto la conveniencia de formarse porque ningún padre nace enseñado. Las escuelas de padres son una gran idea. Incluso en el debate se habla del papel de los medios de comunicación, de las responsabilidad de las redes y sus influencers, o de la relevancia que adquiere, cada día con más peso, la educación no formal e informal. Sobre cada uno de estos agentes encontramos formación, planes y literatura, y existe un amplio consenso sobre su importancia. En cambio, sobre la amistad, a la que también le damos una transcendencia vital, no lo niego, nada de nada. Asumimos que ser buen amigo es una predisposición natural que ni se enseña ni se aprende.

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Sería deseable, por tanto, encontrar hueco en la escuela para educar en la amistad, para formar a los adolescentes a ser buenos amigos. Por ejemplo, en la educación sexual se citan las relaciones tóxicas, pero no pensamos que las relaciones de amistad también pueden ser nocivas. En educación emocional, también se cita la importancia de establecer límites, de averiguar qué te suma y desdeñar aquello que te resta. No es el enfoque al que me refiero.

Centro la atención en formar en la amistad como agente educador, como figura preventiva. Es decir, no solo desde el punto de vista de la salud emocional -qué amistad es buena para mí- sino también desde la ética -qué amistad es buena para el otro-. Porque hubo un día en que la importancia de los valores estaba en que se proyectaban, no atesoraban.

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No soy especialista, ni mucho menos, en detallar cómo se educa en la amistad. Apenas me permito intuir, porque lo escucho a esos especialistas, que en la adolescencia es una figura clave y que, para ser tan importante, pasa desapercibida en la educación formal que se trabaja en las aulas. Aquí el guante, que lo recoja quien pueda llevarlo a la práctica.

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