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Fallas, horario lectivo para padres

La escuela está de vacaciones pero la educación no para. Los espacios informales son donde los progenitores transmiten con el ejemplo sus valores y hábitos

Lunes, 18 de marzo 2024, 23:44

Comprendan que un artículo educativo para el día de San José queda ajeno si se centra en la propuesta sindical de bajada de ratios o la última no revisión de la Selectividad. No estamos hoy para éstas. Podría tirar de hiel y hacer una mezcolanza ... entre la defensa de las fiestas cristianas que marcan el calendario escolar, la coincidencia con el Ramadán de este año, la insistencia laicista de decir a los demás lo que son o pueden ser y cosas así que son terreno fértil para la polémica estéril. Solo hay dos temas adecuados: o hablar del día del padre o de la educación en el ocio saludable. Hoy hablamos de civismo.

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Intuyo que el civismo, la urbanidad y la cortesía no son tendencia, más allá de las asociadas al cuidado del medio ambiente y los animales, que se intensifican. Incluso hay algunos usos sociales que se redefinen y se rechazan. El ejemplo paradigmático de esto es la cesión del paso en una puerta o en el ascensor de un hombre a una mujer, que en segundos puede pasar de un gesto de buena educación a un acto de machismo censurable.

También está en retroceso el buenos días, el hola y el adiós, los Jesús o salud tras el estornudo, el agradecimiento... Contrasta porque creo que vivimos en una sociedad más amable y, en cambio, menos cortés. Lo achaco, igual que lo he hecho en otros escenarios, al cambio de mirada, de la ética al bienestar, de priorizarnos frente al otro. Desde esta perspectiva, como en alguna ocasión he escuchado, la amabilidad troca en hipocresía si no hay conexión con la otra persona. Al contrario, los usos sociales facilitan la convivencia cuando hay distancia personal, y los ritos resuelven las situaciones más incómodas ¿Qué piensan, si no, que es educar en la convivencia?

El civismo, sin embargo, mantiene su vigencia, si bien se ha impuesto la corriente de su estatalización, es decir, que los hábitos cívicos se exijan por la norma, sea en forma de obligación sea con las prohibiciones. Multemos quien tira un papel al suelo que no deja de ser una renuncia educativa; asumimos que si no nos fuerzan, no aspiraremos a la virtud. Esto parece exagerado, pero la radicalización de esta postura es un riesgo para el individuo, pues donde no llegan las leyes hay colectivos que se arrogan esa vigilancia y extienden tácticas desde la cancelación hasta los insultos desde el balcón contra quien paseaba en el confinamiento.

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El civismo y la educación en el tiempo libre corresponden por supuesto a la educación. A la escuela y a la familia y no está mal recordarlo porque esa necesidad de obligar y prohibir quizás venga del olvido de padres y profesores de que también forma parte de nuestras tareas transmitir estos usos y hábitos. De hecho, la educación en el tiempo libre, tan poco integrada en lo lectivo, es un derecho fundamental integrado en el genérico a la educación, según la legislación vigente.

En España, en Valencia, en Fallas, tenemos una dificultad al respecto que es la asociación indivisible entre fiesta y alcohol que se transmite desde nuestra primera verbena. Reconozco que quizás en nuestro día grande no sea el día más sencillo para comenzar a cambiar este rasgo etnológico.

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Las fallas, como cualquier tiempo compartido entre padres e hijos, son aulas de la paternidad, de la maternidad, porque en esos espacios informales educamos los padres y las madres, guiamos a nuestros hijos en su socialización y transmitimos nuestro ejemplo que es la herramienta educativa por antonomasia. Porque la escuela sí tiene vacaciones, pero la educación nunca para. Al contrario, las vacaciones son el horario lectivo de los padres.

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