El precio de la luz repunta este martes con la nueva tarifa: Las horas prohibitivas para encender los electrodomésticos

No es la maldad de los hombres sino el descarnado talento para la muerte de la naturaleza lo que está esculpiendo a esta generación de ... jóvenes como a lo largo de nuestra historia la peste y las riadas han herido el progreso de esta tierra. Sea la sutileza asesina de un bichito en la primera clase de un estornudo, sea la contundencia de los tornados y los desbordamientos, nos ha tocado criar a una adolescencia que llaman de cristal y merecemos que nos laven la boca con jabón si repetimos esto. Estos días esos jóvenes que perdieron la escuela, y muchos mucho más, en el confinamiento y ahora una riada les destroza antaño su lugar seguro, se ofrecen a sus vecinos con la simpleza abierta de un «¿qué necesitas?», «¿te puedo ayudar?». El sur de la ciudad bascula entre las germanies y la germanor, entre la revuelta del poble menut y la fraternidad generosa.

Publicidad

La respuesta a la riada del agua ha sido una riada de jóvenes que enorgullece en la zozobra a toda la sociedad y, por qué no, a la escuela que los educa. Un ansia, sí, un ansia por arrimar el hombro como rasgo de una generación, ¡la última vez!, que llaman de cristal y que guarda en su interior el tesoro de la solidaridad. Un ejército de escobas por fusiles cruzaba el Nuevo Cauce como los Pirineos Aníbal en un ejemplo de comunidad que -ay- uno desearía que se reconociera como nuestra nueva seña de identidad.

Sí, entre el barro y la humedad, está nuestra juventud. De vuelta las mascarillas, las malditas y necesarias mascarillas que como el betún se empastan en su vida. Porque estos jóvenes están creciendo rodeados de desgracias naturales, entendiendo así también la pandemia del coronavirus. ¡Que alguien -nosotros los 'boomers'- les diga que lo están teniendo fácil, que son de cristal, que antes sí uno sabía lo que vale un peine y no vivíamos entre algodones!

La generación del barro, la generación de las desgracias, la generación confinada, la de la riada... La generación resiliente, la que nace del lodazal de nuestros pueblos y forjada con los valores de la solidaridad y la resistencia. Me quito el sombrero ante su ayuda impetuosa, su querencia hacia el bien común y su, pese a tanto, confianza en el futuro.

Publicidad

Y es entonces, también en esta crisis, cuando se aproximan nuevos nubarrones que a mi juicio representan las redes sociales, el contexto digital, contra la convivencia. Desde que me birlaron la cuenta del entonces Twitter, ahora X, y que las primeras sensaciones de pérdida y preocupación dieran paso a la total indiferencia por esta red, no me había vuelto a acercar a esta barbarie digital. El afán de informarme me llevó a cometer este error, y a este horror lleno de bulos, ecos e insultos. A cualquiera estos días le habrán llegado al móvil demasiadas mentiras, insultos excesivos y cuñadismos absolutos y ocurrentes.

Esta generación no es de cristal pero sí digital y esta dinámica les pone, a mi juicio, en un gran riesgo para la convivencia. Y la política, más bien, y los políticos no hacen más que alimentarla. Esos jóvenes tan dispuestos en retirar el barro de nuestras calles, están embadurnados con este fango zafio, aprovechado, insoportable, maligno. Qué dañina la política, la comunicación, que prioriza el zasca al argumento, el quién sobre el qué, la emoción al raciocinio.

Publicidad

Y pese a todo el orgullo del pueblo que son nuestros jóvenes estos días, no es la solidaridad sino la convivencia la que garantizará la democracia, y la escuela debe implicarse en esta nueva alfabetización. Si no, unos paraguas no bastarán para protegernos de quienes lanzan barro.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad