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La Conselleria de Educación recupera para el curso que viene el distrito único, un modelo de escolarización que reduce al máximo la relevancia de la cercanía a del domicilio al centro a la hora de entrar o no en un colegio. Era el modelo que ... dejó vigente el PP cuando terminó su anterior etapa de gobierno autonómico y el que el Botánico hizo trizas nada más llegar.
Se trata de dos posturas opuestas. Una, la del distrito único del PP, defiende la libertad de elección de centro y otra, la de la zonificación, la de la asignación. En un punto de vista de todo o nada, llevar a tu hijo al cole que quieras sin mayor cortapisas es imposible porque al final la limitación de espacios lo impide. Es un proceso que llega a ser competitivo y, por tanto, si uno entra otro queda fuera. Por el contrario, el modelo de la izquierda, insisto que en una visión radical, supone que las conveniencias de la Administración se priorizan frente a las de las familias, y es el político el que se atreve a decidir por nosotros. Es una idea bastante arrogante.
Claro, no obstante, que calan estas ideas, porque también la paternidad se ha contagiado de esta eterna adolescencia que padecemos los adultos. Por eso buscamos que otros nos solventen la papeleta, ya sea prohibir el móvil a nuestros hijos o sea elegir el colegio por nosotros. Pero lo que más nos gusta es elegir por los demás, obligar al resto que acepte nuestras preferencias.
El distrito único se basa en la creencia de que los padres deciden qué criterios son relevantes para ellos a la hora de elegir colegio. Aumentarles el número de centros a su disposición significa que en la decisión pueden tenerse en cuenta cuestiones relacionadas con el proyecto educativo. Su desventaja es práctica: el problema es que la mayoría de las familias mantienen la cercanía al colegio como criterio principal, y en estos casos aprobar el distrito único no mejora nada.
Desgraciadamente, lo que de verdad aumenta la libertad de elección por parte de las familias es la natalidad. En concreto, la baja natalidad. Menos niños para las mismas plazas reduce la competencia y solo cuando sobran vacantes en tu colegio deseado es cuando tu elección como familia no está condicionada por las decisiones políticas. Esto es lo que de verdad ha cambiado, que hay menos niños.
La nueva realidad escolar ha reducido mucho el número de colegios que mantienen la competencia entre familias por ser admitidas. En estos casos, lo cierto es que el factor clave en la mayoría de los casos es el azar, porque los empates son generalizados, y la desregulación provoca que haya más empates. Es aquí donde influye la otra novedad de la propuesta de la conselleria, que recupera el punto decidido por los centros educativos. Esto no mejora la libertad de las familias, sino prioriza unas a otras. Exactamente como ahora, con el cambio de que en lugar de ser la Administración será el colegio quien favorezca a unos sobre otros. A lo sumo, puede ser una vía para potenciar la adhesión al proyecto educativo del centro, pero eso es hilar muy fino.
El impacto de la implantación del distrito único será menor que hace ocho años, cuando se quitó, y en la medida en que la Administración contraiga o no la oferta escolar en el actual contexto de baja natalidad la libertad de elección de centro por parte de las familias crecerá o menguará. Lo que hay que valorar es que la nueva política educativa vuelve a llamar a filas a las familias. Oye, que los hijos son nuestros y su educación, nuestra obligación y, por tanto, nuestras decisiones. Que formamos familias y no granjas de engorde.
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