Alberto Núñez Feijóo anunció que las once autonomías en las que gobierna el Partido Popular impulsarán una Selectividad común. Ya será un éxito si consigue que todas estas comunidades autónomas pactan criterios comunes, por ejemplo, cómo calificar las faltas de ortografía. El Ministerio señala que ... es prácticamente imposible, y es cierto pues bien se empeñan desde hace décadas que esta imposibilidad sea posible. El anuncio del PP no arregla nada, lo que no impide que sirva para señalar una de las mayores desigualdades actuales del sistema educativo.
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Por si fuera poco, por eso digo que el Ministerio se empeña en hacer cuña en las diferencias, el pasado viernes el BOE recogía una nueva: Historia servirá para subir nota en la EBAU «siempre y cuando se desee optar por una universidad» que haya previsto tener en cuenta esta opción. Ahora ya no será según la autonomía, sino según en cuál universidad quieres estudiar.
Sobre las diferencias autonómicas en la Selectividad ya se ha escrito. Hay una desconexión entre estos resultados y otras comparativas educativas. Existen criterios dispares de corrección. Los sobresalientes se han disparado en algunos territorios. En 2022, el porcentaje de sobresalientes se sitúa entre el 2,1% en la Comunitat Valenciana y el 13,6% en el Principado de Asturias. Pero no solo pasa con las notas de las pruebas. Ya saben que realmente vale más la media de Bachillerato y las calificaciones de los colegios tampoco se calibran con exactitud. Vamos, que se ha llegado a la situación que uno no sabe bien qué es más injusto, si inflar las notas de tus alumnos para que obtengan ventaja en el acceso o no inflarlas para que salgan perjudicados cuando el resto sí lo haga.
A estas diferencias también se suman aquellos que vienen con la nota de FP o los que provienen del Bachillerato internacional. Hasta en la procedencia hay disparidades, que no significa que sea mejor ni peor. Simplemente, la Selectividad es una ficción si en ella buscamos la estandarización del acceso a la universidad. La verdadera utilidad de estas pruebas es la ordenación del alumnado, con más o menos arbitrariedad, para acceder a la universidad.
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Dos factores más se suman a este desbarajuste. Por un lado, la existencia del distrito único, es decir, que si bien los contenidos, criterios y exigencias pueden diferir de una autonomía a otra, todas las vacantes universitarias están al alcance de todos los aspirantes y, por lo tanto, si hay algún territorio ventajista su alumnado sale beneficiado. Pasa lo mismo que con las disparidades entre centros, que no sé si es más injusto ser laxo o ser estricto en las pruebas autóctonas. El otro factor distorsionador es la expansión de la privada que recoge la cada vez mayor población que queda fuera de la pública.
De hecho, la única alternativa real a lo planteado por el PP es la preferencia autonómica en el acceso a las universidades, de tal forma que se limitara el distrito único a una especie de escolarización por zonas de influencia -comunidad autónoma- como existe en Infantil. Un paso atrás y una nueva fragmentación al sufrido sistema educativo.
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Buena parte de los currículos se decide en las consejerías, por tanto, lo primero que debe consensuar las autonomías del PP es implementar un currículo común como paso inexcusable para examinar de lo mismo. El PP pone el dedo en la llaga, pero debe asumir que el tratamiento adecuado no es la actual prueba de acceso a la universidad. Hay que asumir sus imperfecciones, quizás añadirle algún remiendo, mientras se nos ocurre una solución mejor que la sustituya.
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