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Estado de Educación

La próxima Barbie será verde

La película ha modificado el estereotipo que evocaba la muñeca, pero no son estos símbolos los que nos imponen nada, sino la justificación de algunos para mantener o transformar los valores de todos

Martes, 1 de agosto 2023, 00:04

Paseas por el centro de la ciudad, o por los alrededores de cualquier cine, te cruzas con un grupo vestido de rosa y lo asocias de inmediato al taquillazo de Barbie. Quién puede negar que esto es un éxito para sus autores y promotores, cuando ... a los datos objetivos de la venta de entradas y de productos de la marca, se añade algo tan intangible, en principio, como que un no consumidor como yo no necesite más reclamo que un color para relacionarlo de inmediato con la película. Barbie evoca a un mundo rosa, pero esto no es ninguna novedad. El gran logro es que dicho rosa tiene ahora un significado muy diferente al anterior.

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Sin destrozar el argumento a nadie, Barbie, la película, reivindica su pasado de crear un mundo en el que las chicas podían aspirar a ser lo que quisieran más allá del ámbito de los cuidados, pero también parodia los estereotipos que fomentó asumiendo nuevos valores asociados al feminismo y las nuevas masculinidades. De repente, la muñeca de la cintura de avispa, tan criticada por establecer estándares antiguos sobre la mujer, surge como bandera de un nuevo estándar, de un nuevo mito aspiracional y feminista. El rosa, ya digo, ahora es emancipador, liberador. Podremos pues regalar la muñeca de nuevo sin ser tachados de carcas ni machistas, sino todo lo contrario. Se ha construido un nuevo relato por el marketing, aunque el valor de esta anécdota realmente habla del actual paradigma educativo.

Porque el caso es que, hasta el estreno de Barbie, la muñeca era epítome del antifeminismo, de la cosificación de la mujer y del patriarcado, aunque Ken nunca pintara tanto como ahora. Era el mito a superar y así aparecía, si acaso se citaba, en cualquier argumento, charla, taller, clase o lo que fuera sobre igualdad. Parece que tras la película sus autores y la marca matriz han logrado que sea ejemplo de lo contrario.

Es curioso pues que se achaque a la motivación comercial la denostada imposición de estereotipos, sean de género o cualquier otro. No parece que ni entonces hubiera ni lo haya ahora otro interés en Barbie que el dinero, así que más que imponernos la muñeca a nosotros, como sociedad, le imponga ésta los nuevos valores a la muñeca si sus dueños desean sobrevivir en el mercado. El marketing escucha más que habla, y a esto se resume la nueva Barbie.

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Llegamos, por tanto, a la cuestión educativa, incluso política, ahora tan delicada con los símbolos y los códigos que cada partido desea reescribir. La educación transmite valores y aquellos que fomentan cambiarlos acuden recurrentemente a una supuesta imposición de no se sabe bien qué intereses. Pero no son las barbies las culpables de nada, sino que los valores se disputan y los símbolos y códigos adquieren, transmutan y vacían sus significados. Como la energía, los valores ni se crean ni se destruyen, se transforman. Por eso el matiz, cuando hablamos de la escuela, de los menores, del Estado y de lo público es el consenso democrático, al igual que cuando hablamos de la familia, de los adultos y de lo privado es la libertad.

Así que no se sientan ahora liberados, o liberadas, por regalar una Barbie como antes podían sentirse cohibidos y, básicamente, hagan lo que su criterio estime conveniente. No teman, que la muñeca cambiará mientras necesite encontrar su hueco, así que ya se puede intuir que el próximo paso será perder su asociación con el rosa, porque la próxima Barbie tendrá que ser verde para sumarse al reto de la transformación ecológica a la que se enfrenta el mundo. Bien que nos lo advierte la canícula cada vez más intensa y duradera.

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