Cuando lo pequeño marca tanta diferencia, ni existe igualdad ni equidad. Cuando una tilde destruye algún sueño profesional forma parte del juego académico; cuando esto sucede según dónde suceda, ni hay igualdad ni equidad. Que las soluciones sean ideológicas, partidistas, y que las autonomías gobernadas ... por el PP pacten cosas como que las faltas de ortografías resten por igual en todas ellas, dibuja el retrato de nuestro sistema educativo en el espejo de Dorian Gray: un rostro diverso y autonómico que refleja un distrito único que ni es igual ni equitativo. Que no les confundan, que las tildes no son de izquierdas ni de derechas, y no es tanto si deben quitar muchas o pocas décimas sino que resten por igual. En breve llegan las admisiones de FP y universidad y si sus hijos quedan a las puertas recordarán las diferencias.
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No es lo mismo, cierto, FP que universidad, porque no hay equivalencia al distrito único en los estudios profesionalizadores. Frente al abanico nacional que se abre con las universidades, los ciclos se distribuyen atomizados y aún no hay costumbre social, más arraigada en los universitarios, de trasladarse a otra ciudad para estudiar un ciclo formativo.
Publicó ayer Las Provincias la evolución del alumnado de estudios superiores en la Comunitat Valenciana en los últimos años y cómo la universidad todavía atrae más alumnado que la FP Superior. Las cifras se acercan si tenemos en cuenta el párrafo anterior y las estadísticas del Ministerio que dicen que un 17% del alumnado de las universidades valencianas proviene de otra autonomía y un 10% de los universitarios valencianos estudian en otra comunidad.
Es significativo la aceleración del aumento de la matrícula, desde la pandemia, en la FP y la universidad privada. Las inversiones, del Estado y empresariales, la mayor laxitud en las titulaciones y, curiosamente, una cuestión económica, explican este cambio. Achaco parte del incremento de la FP a las economías domésticas, que tras la pandemia han sufrido, porque la FP pública es significativamente más barata que la universidad pública, y los ciclos privados no andan muy lejos, además de que son dos cursos y no cuatro.
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Es lógico que los estudios universitarios aguanten por mucho que los ciclos formativos crezcan y se demanden a marchas forzadas. Por pequeñas que sean las diferencias, las estadísticas son tozudas con la máxima de que a mayor formación mejores condiciones laborales y de vida. Esta realidad es compatible con un mercado de trabajo que tiene sus principales disfunciones en encontrar técnicos superiores en determinados campos. Pero que tampoco les confundan: en la empleabilidad en FP pasa como en la universitaria, que hay una amplia variabilidad dependiendo de la rama de conocimiento y titulación.
Esto mismo pasa en la universidad. Junten dos realidades simultáneas de este país: la de chavales que van a quedar fuera de títulos sanitarios por no obtener plaza y, al mismo tiempo, la presión creciente para que el Ministerio acelere las homologaciones de titulaciones extranjeras ante la escasez grave de profesionales en la sanidad pública para este verano.
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La universidad goza de buena salud, al fin y al cabo muchos graduados en FP Superior terminan también estudiando un Grado. Y cada vez este itinerario será más común porque es Bachillerato la etapa cuya reputación está en retroceso y aguanta a duras penas el impulso de los ciclos formativos de Grado Medio y Superior. En éstos, las notas de corte siguen subiendo cada curso, y también hay chavales que quedan fuera.
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