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En el recién estrenado Museo de las Ilusiones, la gracia está en cómo el cerebro busca una reinterpretación lógica a los trucos ópticos que observamos. Ante lo incomprensible, nuestra mente completa, tuerce, gira, colorea y lo que se tercie para comprender la imagen que tiene ... delante. De alguna forma, la política y los partidos también nos facilitan la interpretación de nuestra realidad social.
Rosa Pérez, coordinadora de EU-PV y anterior consellera de Transparencia, ha presentado una denuncia porque estima que le están poniendo impedimentos ad hoc al cambio de instituto de sus hijas por la dana. Escolarizadas en el IES de Catarroja, la exconsellera declara a 'ElDiario.es' que en dicho centro «el alumnado en la actualidad se limita a recibir una tutoría semanal por asignatura a través de videoconferencia, es decir, no tienen clases. Además, no pocas veces falla la conexión. Este trimestre ni tan siquiera han recibido calificaciones». Este instituto es de los más afectados por la riada, y ante esta situación, con lógica familiar, esta madre (porque para lo que estamos hablando éste es el cargo principal en el asunto) busca la que entiende la mejor solución que es reubicar provisionalmente a sus hijas en otro centro.
La noticia trata muchos de los debates escolares habituales y, de todos, el menos interesante es el partidista, que es lo que se alega en la denuncia por prevaricación. Eso se lo dejo al tribunal; del resto, cuánta razón para una familia, la de Pérez y de tantos otros padres, que a veces el sistema les pone en la tesitura de buscarse la vida y surfear la inercia administrativa del 'vuelva usted mañana' que hace tanto Larra denunció.
Son fértiles las distintas aristas del suceso como para sacar punta una a una: la libertad de elección de centro que deseamos para la familia de la exconsellera limitada por la vecindad, la telaraña garantista que añade dificultades y no lo contrario al ciudadano a pesar de que ya van dos meses sin clases; y la distancia entre los discursos y la práctica que a todos nos iguala en los problemas escolares, porque parafraseando al Tolstói de Ana Karenina, «todas las familias con hijos en edad escolar se parecen unas a otras, pero cada ideología les habla a su manera».
No obstante, lo que más me ha llamado la atención no ha sido el conflicto, sino el contexto, el dar por sentado una realidad a la que encontramos lógica porque así lo reordena nuestro cerebro político. Todo parte, recuerdo, por la evidencia que declara Rosa Pérez de que sus hijas «no tienen clases» desde hace dos meses. En la práctica, sufren un nuevo confinamiento escolar en el que no solo hay una imposibilidad evidente de poder ir al instituto (ni mucho menos quiero menospreciar las consecuencias negativísimas de la dana) sino que en sesenta días el centro no ha puesto un remedio virtual adecuado. Podríamos citar la inversión en Aules de la Conselleria, la conexión de banda ancha del Ministerio, los cursos del Intef, la experiencia escolar de la pandemia, el Marco Europeo de Competencias Digitales Docentes, incluso, los avances laborales sobre el teletrabajo en la Administración valenciana. No, vemos natural que dos alumnas (y con ellas muchísimos otros anónimos) no reciban una alternativa digital en condiciones durante dos meses.
No tiro de exculpación a nadie sino más bien de ironía, pero es probable que lo anterior no (solo) dependa de a qué hora terminó la comida en un restaurante. Otra cosa es que nuestra mente política, como en las ilusiones visuales, solo encuentre lógica desde la óptica partidista.
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