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TAYLOR FLOWE
El estado de la educación

Al que le toca mandar, manda

El cambio lingüístico de Rovira lo ha aprobado el Botánico, como el PP aprueba el del siguiente, mientras no se pacte un modelo compartido de escuela

Martes, 26 de septiembre 2023, 00:04

Es el turno lingüístico del PP. Son las reglas democráticas, casi cívicas, cuando influye la alternancia sobre la falta de consenso: al que le toca mandar, manda. No es nada nuevo, claro, y el actual Consell modifica la ley de plurilinguismo con la misma celeridad ... que lo hizo el anterior. Los bienintencionados insistirán en la importancia de alcanzar un acuerdo, pero la política nos ha demostrado que no pasa de las palabras huecas. Si acaso, aunque la actual oposición no lo reconocerá, el único pacto alcanzado en el tema de la lengua lo consiguió un presidente popular, Eduardo Zaplana, con la AVL; en el sistema educativo, solo con María José Catalá se abrió una ventana, aunque nadie se atrevió a mirar afuera. Por tanto, no es lo deseable, pero esta escuela pendular en materia lingüística es la consecuencia de cada uno de los gobiernos anteriores que optó por decidir sin acordar. Es previsible que en el futuro aprendamos la misma lección que quien llegó hace ocho años: si mandas cuando te toca mandar, no esperes otra cosa cuando te sucedan.

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La Comunitat se encuentra entre Galicia y Navarra en materia de idiomas. Hay una convivencia entre las dos lenguas aunque el valenciano no se distribuye de manera homogénea. Sin ser una frontera tan marcada como en Navarra, con un norte euscaldún y una Tudela tan castellana como Soria, aquí calificamos más de un centenar de municipios como castellanohablantes. Es una pena escolar que no hayamos aprovechado la diversidad lingüística española para conocer mejor. Décadas de distintos modelos lingüísticos diferentes en la escuela no han venido acompañadas por un estudio sincero sobre qué funciona y qué no. Hablamos de oídas y no de datos, y aún muchos creen que refrenda el modelo de inmersión que las notas de Selectividad de castellano en Cataluña son tan altas como en Madrid.

La Conselleria de Educación, uno entiende que anticipando la reforma que está por llegar para el curso próximo, suprime la obligatoriedad de impartir en valenciano alguna asignatura no lingüística en las zonas castellanohablantes. El argumento es que no tiene sentido permitir la exención del valenciano y mantener al mismo alumno otra asignatura impartida en esta lengua. Tiene tanta lógica, que la tiene eliminar la contradicción de no estudiar una lengua pero sí estudiar con ella, como de trampa, por el revuelto que supone mezclar una regulación de centro -el modelo lingüístico-, con una opción individual que es la exención.

Los apocalípticos deben aceptar que no se prohíbe nada y que los centros siguen teniendo la sartén por el mango manteniendo o cambiando su proyecto lingüístico. Por otro lado, parece un objetivo deseable que también en las zonas castellanohablantes se conozca el valenciano, así que merece más esfuerzo reducir la exención -mejor persuadir que prohibir- que obligar a los niños a estudiar asignaturas en una lengua que temblequean.

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El cambio aprobado por la Conselleria, no obstante, no cuadra con exactitud con el modelo anunciado en el que preponderará la libertad de las familias por elegir lengua de enseñanza. El peso se mantiene en el proyecto que apruebe el centro y no en la decisión de los padres. Si, por tanto, la reforma definitiva llega para el curso que viene, esta modificación remetida entre los presupuestos será efímera.

Vuelvo al principio. Esta reforma la aprobó el gobierno del Botánico saliente cuando presentó su decreto de plurilingüismo, como el PP aprueba así la del siguiente partido, mientras no haya algún gobernante que detenga al péndulo del uso de la lengua en nuestras escuelas.

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