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Vive la adolescencia sus peores horas mediáticas tras aparecer escabrosamente frente a la opinión pública, de manera inquietante en la ficción con la serie 'Adolescencia', ... estrenada en Netflix, y de forma indefinible, ¡a qué tanta crueldad!, en las noticias por el maltrato de unos chavales a otro chaval con parálisis cerebral en un instituto de Santander. Lo primero que habría que discernir es la gradación del asunto, si realmente supone un agravamiento de las adolescencias pasadas o solo, que ya es bastante, la sobreexposición de los comportamientos actuales.
La serie 'Adolescencia' tiene un gran impacto. Su estilo formal de plano secuencia enfatiza con intensidad el mensaje que no es otro que la distancia generacional, el desconocimiento que los padres y los adultos -así lo muestra la serie, no yo- tenemos de la experiencia vital de los jóvenes de ahora. Se ha creado una gran contradicción entre los valores sociales y los que reciben los adolescentes, o al menos a los que pueden acceder, de las redes sociales. El mismo rol que asume la cinta de denuncia y exposición sobre, digamos, el neomachismo o e-machismo, parte del desconcierto adulto del que se ha desconectado cualquier adolescente. Da miedo que los primeros que se han dado cuenta son los populismos políticos que en lugar de mediar y resolver, explotan este filón sociológico -ya se traducirá en votos con el tiempo-, en la 'batalla cultural'.
No paso de la mención en el caso de lo sucedido en Santander. Primero, porque al ser hecho real no toca personalizar los argumentos. Segundo, porque no hace falta escribir más líneas para que el lector llegue a mis mismas conclusiones y repulsa. Del caso me quedo, como mencioné, con la exposición, esa tontuna generalizada de grabarse y compartir los delitos y maldades, ocurrencias en el mejor de los casos, de tantos usuarios de las redes sociales. Cuantos delincuentes pierden la prevención de 'supuestos' por llevar sus propias pruebas condenatorias en el bolsillo. Ni siquiera eso, por hacérselas llegar, voluntariamente, a los amigos, luego al mundo y al final a la Policía. Por eso mismo lo de la gradación, porque la existencia de más vídeos puede equivocarnos y hacernos creer que también hay más casos que antes.
Sí, coincido, y no dejo de escribirlo aquí, que el mundo digital es un reto para la educación. Estos casos muestran una de sus aristas, que es de las graves, pero no de las numerosas. La cuestión es que existe un ámbito relacional e informativo que impacta en el proceso de socialización, maduración y formación ética de los adolescentes en el que sus referentes educadores, familia y docentes, no intervienen, y son sustituidos, sin filtro ni discriminación, por muchas influencias dañinas.
El impacto en la salud mental y la convivencia preocupa. La Conselleria ha invertido mucho en su plan, con un aumento de los recursos. Y no es excepción. Cualquier autonomía o administración tangencialmente apelada está poniendo de su parte.
Que los adultos de hoy fuéramos educador offline es una ventaja sobre las nuevas generaciones porque tenemos una referencia comparativa para adentrarnos en lo digital. Es también un inconveniente que nos paraliza en el estupor ante la serie y la noticia. No sé el modo, pero necesitamos entender su vivencia, su adolescencia, cómo construyen su escala de valores. Es perentorio escucharles para poder ayudar. Vivimos, literalmente, en dos mundos diferentes. Y cómo he leído en alguna opinión sobre la serie 'Adolescencia', los asesinos adolescentes son excepcionales, lo que nos debería preocupar son los suicidios.
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