Ábalos in love

Cuentan que cuando Dámaso Alonso ofreció al gran Julio Camba un puesto de académico en la RAE, el genial cronista respondió: «Yo no quiero un ... sillón sino un piso, y eso ustedes no me lo pueden dar». Alojado en una de las habitaciones altas del madrileño Hotel Palace, tras el acuerdo que había alcanzado con la viuda de Georges Marquet, propietario del establecimiento, el autor de las mejores crónicas parlamentarias que se han escrito en España soñaba con una vivienda propia. En el legendario 'Un, dos, tres' se regalaban apartamentos en Torrevieja, no recuerdo si en la etapa de Kiko Ledgard o en la de Mayra Gómez Kemp. Dicen que este es un país de propietarios, que no nos gusta alquilar una vivienda, que preferimos comprar. Eso sería antes, cuando la gente digamos normal podía pensar en comprarse un piso. Ahora se tienen que conformar con pagar una habitación como los estudiantes de los noventa. La historia de Jessica (no sé si con tilde o sin tilde y si con una o dos eses) es fascinante. El sueño de cualquiera. Tenía un piso y se lo pagaba... no sabe quién. Qué maravilla. ¿Sería su amigo, amigo fuerte, novio, compadre, compañero, amante, cliente o lo que fuera nuestro (por aquello de la cuota valenciana) José Luis Ábalos? Ella no lo sabe, se limitaba a vivir y ya si eso alguien liquidará el alquiler. El ya conocido como 'caso Ábalos' se compara a las películas de Torrente. El aspecto físico del ex ministro y de su acompañante, la forma en que presuntamente la conoció, los detalles, el piso, el papel de Koldo, el estilo de Koldo, el tipo de Koldo... Pero en realidad todo Ábalos, y no sólo este caso, es un folletín, una novela por entregas, mitad drama, mitad sainete. Una serie que dice mucho de nosotros, de la España del siglo XXI. Mucho y muy poco bueno. De los modos y maneras de la política y de quién llega a lo más alto. Porque no debemos olvidar nunca que José Luis Ábalos fue ministro del Gobierno de España. un privilegio que en otras épocas de nuestra historia -con la UCD sin ir más lejos, con el primer PSOE de Felipe González y con el PP de Aznar- estaba reservado a profesionales de prestigio, a académicos e intelectuales con un currículum brillante, a altos funcionarios. Había excepciones, por supuesto, recuerden a Corcuera, del PSOE, o a Celia Villalobos, del PP, por poner uno de izquierdas y una de derechas. Pero con Ábalos, con el historial de Ábalos, con los antecedentes de Ábalos, tocamos fondo. Y aunque ahora nos reímos, no tiene gracia. Especialmente que los votantes de su partido sigan perdonándolo todo si lo hace uno de los suyos.