![Aceras peligrosas](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/04/23/179614815--1200x840.jpg)
![Aceras peligrosas](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/04/23/179614815--1200x840.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
A mediados de la década de los noventa del pasado siglo, Francesco Tonucci escribió uno de los libros que más ha influido en el urbanismo reciente, 'La ciudad de los niños'. En este caso, el título ya lo dice casi todo. La filosofía que debería ... inspirar a los políticos con responsabilidad sobre las ciudades sería la de conseguir unos espacios más habitables, a la medida humana, y en los que los más pequeños pudieran volver a jugar y se sintieran más cómodos. La pretensión probablemente sea utópica. Hoy, los padres no dejarían a sus hijos bajar a la calle a jugar a pelota o a cualquier otra cosa no sólo por el tráfico sino porque existe una sensación de inseguridad ciudadana, de peligro, que lleva a desconfiar de casi todo y favorece la precaución. Todo ello en el supuesto de que los niños quisieran abandonar su habitación, dejar en casa el teléfono móvil que se les entrega desde la más tierna infancia, apagar la Play y ponerse a dar patadas a un balón. Pero eso no quita para que el fondo del asunto, la propuesta de Tonucci, resulte muy atractiva.
Porque lo que resulta evidente es que durante al menos medio siglo, las ciudades se diseñaron en función del coche. Que conduce un ser humano, es cierto. Pero que han condicionado en exceso el espacio público. En la exposición '1972. Hacia la ciudad monstruo', con motivo de los 50 años de la publicación del libro de Sanchis Guarner 'La ciudad de Valencia', se podían contemplar ejemplos de esta forma de diseñar que produjo obras tan cuestionables como los accesos por la avenida del Cid o Ausias March (pista de Silla). Calzadas con cinco o seis carriles por sentido, pasarelas para los peatones, aceras mínimas, ausencia de arbolado. La calidad de vida en estos ejes viarios quedaba totalmente condicionada por la hipoteca de tener que dar salida y entrada a los miles de automóviles que los utilizan a diario. Ruido ensordecedor y humos las 24 horas del día. Y no son los únicos ejemplos. Las plazas se convertían en aparcamientos al aire libre, los itinerarios peatonales no eran ni considerados, el transporte público quedaba como una solución sólo para los que no tenían coche, no como una alternativa práctica y asequible.
Poco a poco, aquella forma de entender el urbanismo fue cambiando. Ya en la década de los setenta -aún en el franquismo- comenzaron las primeras peatonalizaciones, las 'calles salón' se llamaron entonces. La plaza de la Virgen, Ruzafa y Ribera, Don Juan de Austria... En los ochenta, con los ayuntamientos democráticos, se generalizó está práctica y llegó también el turno del carril bici. Aunque con un clamoroso error en el caso de Valencia al pintarse sobre las aceras. En el siglo XXI se habla abiertamente de 'renaturalizar' las ciudades, de hacerlas más verdes. Y eso consiste no sólo en plantar árboles o hacer jardines sino en quitar espacio a los coches, en reducir las calzadas. O en implantar 'supermanzanas' aunque sea contra el criterio de los comerciantes y de no pocos residentes de las zonas afectadas, que no saben qué hacer con sus coches.
Todo este proceso ha tenido diferente plasmación en las ciudades españolas. Pero mientras se avanzaba con más o menos rapidez en la consecución del objetivo de humanizarlas, aparecía un nuevo e inesperado actor que ha venido a trastocar todos los planes: el patinete. Y en menor medida, la bicicleta. Por los espacios peatonalizados y por las aceras circulan indebidamente miles de vehículos de dos ruedas, que deberían hacerlo por el carril bici (donde lo haya) o por la calzada. Cuentan, en el caso de Valencia, con la permisividad de la Policía Local, porque el alcalde no quiere enemistarse con un colectivo que en teoría va a apostar por él en las elecciones. Así que barra libre. Y a pagarlo, los peatones. Que si antes tenían que lidiar con los coches, ahora tienen que hacerlo con los coches, las bicicletas y los patinetes. En Barcelona, una encuesta ha revelado que el 72% de sus ciudadanos cree que las aceras son cada vez más inseguras. Los que supuestamente venían a humanizar las ciudades se muestran incapaces de regular una nueva forma de moverse que amenaza la integridad física de los viandantes. Hay días que me siento como un poste de un descenso de esquí por el que los patinadores pasan haciendo 'slalom' a toda velocidad. Tonucci quería cambiar las ciudades para que los niños pudieran volver a jugar en ellas, a sentirse seguros. Hemos avanzado en quitar coches pero hemos retrocedido ante patinetes y bicicletas. Hoy tampoco podrían bajar tranquilos a la calle.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.