El discurso de Jane Fonda al recoger el premio a su trayectoria en la entrega de los que concede el sindicato de actores poco antes ... de los Oscar se hizo viral. Lo que significa que durante unas horas se habló de él en las redes, que la información ahora no se crea ni se destruye sino que se consume y se gasta en cuestión de minutos. Lo de menos es lo que dijo -bastante previsible, por otra parte, tratándose de Jane Fonda, la mism a actriz que en los años setenta acudió a Hanoi para solidarizarse, en su cruzada contra la guerra de Vietnam, con el régimen comunista de Ho Chi Minh-, lo de más es que la noticia no fuera el galardón en sí o el repaso a su filmografía sino su discurso político contra Trump y a favor del infumable, totalitario y desacreditado 'wokismo', que según ella es «que te importen los demás». Vamos, lo que viene siendo el cristianismo desde hace más de dos mil años. Una actriz de 87 años que en su juventud abrazó y promovió la causa comunista convertida en referente político e intelectual de Hollywood, ese microcosmos de estudios cinematográficos venidos a menos y casoplones de multimillonarios. Pero es que en España es lo mismo. O peor. ¿Qué es la gala de los Goya? Una feria 'woke', el escenario perfecto en el que la fiesta del cine degenera en un mitin. Imagínense algo así en el Balón de Oro o durante la ceremonia de entrega de la Champions League. Pero claro, ¿cuál es la ideología de Messi, de Mbappé, de Griezmann...? No lo sé ni me importa. Me interesa cómo juegan al fútbol, no sus ideas políticas. Sin embargo, con los actores no ocurre así. Esta semana he sido bombardeado por el algoritmo -a saber por qué- con los comentarios de Javier Gutiérrez sobre la monarquía española. Que si Javier Gutiérrez opina esto, que si Javier Gutiérrez pronostica aquello, que si a Javier Gutiérrez el rey Felipe VI le parece bien o que si a Javier Gutiérrez el rey Felipe VI le parece mal. ¡Y a mí qué me importa! Pero él habla con autoridad, con el convencimiento del hombre que sabe mucho sobre el tema, con la rotundidad del experto. El problema, evidentemente, no es él, ni Jane Fonda, sino que somos nosotros. Para empezar, los medios que hacemos caso a las opiniones de señores y señoras que en lugar de hablar de cine nos obsequian con su opinión sobre Trump, el conflicto palestino-israelí, el cambio climático o el futuro de la Corona española. Aunque también es cierto que una sociedad que eleva a los altares a 'influencers' y 'youtubers' de medio pelo que nos cuenta cómo se visten, qué comen o su infalible método para ordenar los armarios es perfectamente lógico que haga de los actores y actrices sus referentes ideológicos.
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