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No es la primera vez que le ocurre ni, me temo, será la última. Arruinar una iniciativa política, una propuesta legislativa, por culpa de un ... mensaje distorsionado, cargado de prejuicios ideológicos y aliñado con el rancio populismo izquierdista marca de la casa. De Pedro Sánchez hablo y de su más reciente ofensiva, en este caso contra «algunas» universidades privadas a las que tildó de «academias» y «chiringuitos». Con independencia de que el líder socialista se doctorara en una institución privada, la Camilo José Cela (cosa que por otra parte no nos va a sorprender como digno representante que es de esa progresía de salón que sale a la calle a defender y reclamar la educación pública para luego llevar a sus hijos a colegios privados), lo peor de todo es el brochazo grueso que no repara en los detalles. Que hay un problema con la Universidad -así, en general- está claro. Que se regalan las titulaciones, que el nivel de exigencia ha bajado, que las tutorías recuerdan a las que teníamos en 8º de EGB, que los alumnos saben que pueden hacer lo que les da la gana porque ningún profesor se va a atrever a enfrentarse con ellos abiertamente, que el sistema está hecho para que todo sea fácil, amable, sin apenas esfuerzo... Pero esto, como lo de Sánchez, es una generalización, y como tal, injusta. Porque también hay profesores comprometidos, estudiantes con ganas de aprender, carreras muy complicadas y exámenes como los de antes. En una entrevista de 2017, el poeta Guillermo Carneo me dejó una de las reflexiones más lúcidas que he escuchado en mi carrera: «El bachillerato de hace cincuenta años era superior a una licenciatura de hoy». Ese es el problema, la degradación de la enseñanza universitaria. En centros públicos y privados. En algunos de ellos. Ni la defensa de lo público puede hacerse a costa de negar el valor que aportan muchas universidades privadas ni a la inversa. No se puede ignorar que hay instituciones que funcionan como empresas cuyo único objetivo es ganar dinero. Y para ello regalan los títulos sin ningún pudor. Sí, existen chiringuitos, aunque Pedro Sánchez es el menos indicado para citar siquiera esa palabra. No sólo porque estudiara en una universidad privada sino porque su gestión está jalonada de chiringuitos, tanto por las empresas y organismos públicos que ha puesto a su servicio (Correos, TVE, el CIS...) como por los que ha creado a beneficio de su persona y de su catecismo, como el comité de expertos para asesorar por los 50 años de la muerte de Franco. ¿Qué es chiringuito? ¿Y tú me lo preguntas? Chiringuito eres tú.
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