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Mi amigo Mariano me hizo hace años una reflexión que resulta muy oportuna tras lo acontecido con el llamado 'caso Koldo'. O 'caso Koldo-Ábalos- ... Armengol-Illa...'. Me decía que la primera corrupción consiste en aceptar un cargo para el que no estás preparado. Porque aunque es cierto que en política puedes acabar desempeñando funciones que exceden tu competencia o tus habilidades profesionales, hay ocasiones -y la de Koldo es una de ellas- en las que la persona que asume un puesto de representación carece por completo del conocimiento y la experiencia requeridos. El tal Koldo, el que había sido portero de discoteca, el chico para todo del exministro y el que muchos pensaban que no era más uno de sus escoltas, fue nombrado consejero de Renfe. En su currículum para acceder a semejante canonjía tan sólo podía figurar un mérito: amigo de Ábalos. Sin duda, y como el tiempo se ha encargado de demostrar, en este caso nos encontramos ante la verificación de lo que me decía mi amigo, la corrupción moral que supone aceptar un cargo para el que no estás ni remotamente preparado. Desgraciadamente, lo de este personaje puede ser de lo más estrambótico que hayamos visto en los últimos años pero no es ni mucho menos una excepción. Durante mi carrera he visto ascender a algunos de los periodistas más mediocres y a la vez más sectarios a jefaturas de prensa de consellerias o a despachos en el entorno de la Presidencia de la Generalitat. En las extintas cajas de ahorro, sus consejos se emplearon en muchos casos como agencias de colocación de amigos, familiares, militantes y sindicalistas paniaguados, con el resultado de sobra conocido. Adiós a las cajas. En cuanto a consellers y resto de altos cargos de la Administración valenciana, así como ministros y segundo y tercer escalón de la central, la pérdida de brillo y excelencia en los últimos años es alarmante. De letrados del Consejo de Estado y de las Cortes, ingenieros de caminos con el número 1 de su promoción, abogados y catedráticos de prestigio hemos pasado a mediocridades que han crecido a la sombra de un político en las juventudes del partido. La primera corrupción del 'caso Koldo' es Koldo en sí mismo, su propia presencia como asesor -y todo lo demás- de un ministro, su increíble ascenso a consejero de Renfe, su protagonismo, su acceso a los despachos del poder. Pero en el PSOE en el que Ábalos llegó a ser secretario de Organización y ministro de Fomento se vio como algo normal. Claro que el propio Ábalos, todopoderoso hasta que fue defenestrado por Sánchez, es un maestro que apenas ha ejercido y que toda su vida se ha dedicado a la política. Eran tal para cual.
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