![La cruzada antichurrera nunca llegará a Jerusalén](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2025/02/13/198859566--1200x840.jpg)
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Me preguntan a veces qué tengo contra las churrerías, si es algo personal, algún trauma infantil, una intolerancia a las frituras o si acaso represento ... a un lobby de la liga anti aceite. Nada más lejos de la realidad. Me gustan tanto los churros -en Pozo Alcón, los del mercado, a primera hora de la mañana- como los buñuelos; de hecho, en Fallas bajo algún día a comprar en Dolz, una heladería-chocolatería de toda la vida que en fiestas saca un punto de venta al exterior, pequeñito y pegado al local. No son las churrerías, no es el negocio, son los excesos. Salgo de casa y observo que la falla del barrio ya tiene apiladas junto a un alcorque las vallas amarillas que coloca para delimitar la zona de la carpa y la de los fuegos. ¡Y eso era un sábado 8 de febrero!, a falta de más de un mes para el inicio de la mal llamada semana fallera, que ha evolucionado en mes fallero, y dentro de poco, en meses falleros o en semestre fallero o en año fallero. Un todo continuo, sin parar. Pero es que en la plaza del Ayuntamiento ya está la jaula de las mascletaes. Y es que la Crida se celebrará el 23 de febrero, casi un mes antes de la cremà, que marca el final del ciclo. Mi cruzada -romántica y, como tal, condenada al fracaso, a no conquistar jamás el Jerusalén soñado- va dirigida a racionalizar una fiesta multitudinaria y cuya gestión resulta más complicada cada ejercicio. Porque cada vez hay más gente y porque cada comisión quiere su carpa, su concurso de paellas, su esmorçaret con blancos y negros cocinados en la calle, sus verbenas y, por supuesto, sus churrerías. Me alegra que el Ayuntamiento, este Ayuntamiento, por fin, tome conciencia de la lamentable imagen que proyectamos cuando tapamos nuestros monumentos con carromatos en los que se venden churros y buñuelos. O bocatas de calamares. O mojitos. El palacio de Cervellón, la casa de los dragones o la estación del Norte, por citar tres ejemplos que me vienen a la mente, no merecen semejante compañía en los días del año en que Valencia recibe más visitas. También es verdad que la estación diseñada por Demetrio Ribes se encuentra ahora mismo asediada por obras y por carteles de dichas obras, así como por el tiovivo y por todo tipo de instalaciones y/o artefactos, pero eso ya no es culpa de las Fallas. Bienvenida sea la anunciada restricción de churrerías junto a monumentos pero eso no es más que ganar una pequeña batalla. La guerra, me temo, la tenemos perdida aquellos que recordamos unas fiestas menos excesivas, menos ruidosas, con menos días, con menos gente, con menos de todo. Admitámoslo, esa guerra no la vamos a ganar.
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