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Como punto de partida he de reconocer que el que sean los padres de los alumnos los que decidan en qué lengua van a ser ... educados sus hijos me produce algunas dudas. Pedagógicas, que no políticas. ¿Admitiriamos acaso que fueran también los progenitores los que tuvieran la última palabra acerca de las horas de Matemáticas que deben recibir sus retoños? En principio, lo razonable me parece que sería un itinerario único para todos los escolares, con independencia de que estén empadronados en Gandia o en Torrevieja. Con una distribución entre el castellano, el valenciano y el inglés que dando mayor importancia al idioma común de todos los españoles permitiera el aprendizaje de las otras dos lenguas, la autóctona de la Comunitat y la que hoy es considerada lingua franca... en una Unión Europea sin el Reino Unido. Cosas del viejo continente. Mis dudas pedagógicas decaen ante la constatación de que el PP, el partido al frente de la Generalitat, está cumpliendo su programa electoral al convocar las votaciones en los colegios. Pero lo que me resulta desternillante es asistir al espectáculo de quienes se escandalizan por este ejercicio de democracia no sé si llamarla directa o participativa. (Lo de participativa también me genera dudas, hoy tengo el día tonto: ¿acaso no lo son todas las democracias?). Digo que es desternillante porque si se repasa la lista de los convocantes de las manifestaciones contra la posibilidad de que los padres digan si quieren que sus hijos estudien en castellano o en valenciano, son los mismos que en Valencia, durante el 'procés', defendieron «el derecho a decidir» del pueblo catalán. Una posibilidad que como es sabido (sabido por todos menos por este grupito de sospechosos habituales) está reservada a ex colonias, que no es el caso. Les dio igual, no les importó ni lo que está establecido por la ONU ni la posición que adoptó la Unión Europea. Los catalanes, proclamaban ofendidos, tienen derecho a decidir sobre su futuro y si quieren o no quieren seguir formando parte de eso que ellos llaman «el Estado», la peculiar -y ridícula- forma que emplean para no usar la palabra España, un término que les produce urticaria. Así que señores padres que van a votar -o no, allá cada cual- acerca del modelo lingüístico en las escuelas valencianas, ya lo saben: si vivieran en Cataluña -según esta estrambótica 'doctrina' política, por calificarla de algún modo- podrían decidir si su comunidad autónoma se transforma en una república independiente pero aquí en Valencia no quieren que se les reconozca su derecho a expresar su voluntad. Curioso.
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