En realidad, el título genérico, un poco más largo, sería: De la desdichada vida de las plazas del centro de Valencia. Que aquí sabemos hacer ... fallas pero las plazas se nos atragantan. Y no porque nos falten buenos arquitectos, todo lo contrario. Haberlos, haylos. Debe de ser por los criterios que les imponen los dirigentes municipales del momento. Antes, en la dictadura, y ahora, en la democracia. Nos quedan demasiado grandes y sin respeto a la escala y la perspectiva de la Catedral (plaza de la Reina), o irregulares y excesivas (Ayuntamiento, antes País Valencià, antes Caudillo, antes...) o vulgares cruces de caminos (San Agustín). Mucho mejor, dónde va a parar, las pequeñas: con la plaza Redonda en el primer puesto de la clasificación, la del Negrito, el Correo viejo, San Nicolás... Pero cuando nos ponemos estupendos, el resultado suele ser decepcionante. No obstante, José María Tomás Llavador ha conseguido hacer de la plaza de la Reina un espacio urbano más amable, integrado y adaptado a los gustos y las necesidades de una ciudad europea del siglo XXI. Lo mismo podría decirse de Miguel del Rey con la del Ayuntamiento si le dejaran, que me temo que no va a ser el caso. Y luego está la plaza de Brujas, que vendría a ser el infierno en la Tierra. Un horror. Si El Bosco viviera en la actualidad, la incluiría en 'El jardín de las delicias'. Durante años ha tenido que soportar -la plaza- el solar de la calle Eixarchs y los caserones pendientes de restauración, en donde parece que por fin se va a hacer un hotel de cinco estrellas (¿otro hotel...?). Lo cierto es que la intervención que se ejecutó durante el mandato de Ribó ha dejado una plaza indefinida, semipeatonal, con automóviles y autobuses que pueden hacer un giro de 180 grados para tomar el sentido contrario de la avenida del Oeste y con las rampas y escaleras de acceso al aparcamiento subterráneo. Salpicada de pérgolas insulsas y con un mobiliario urbano que ya ha sido vandalizado por los gamberros del espray, que no tienen nada que ver con los artistas del grafiti. A pesar del Mercado Central y de los Santos Juanes, en la fase final de su restauración, la plaza es un desgraciado y triste adefesio. Y encima, por si fuera poco, en Fallas es okupada -así, con k, para resaltar el carácter antisistémico- por miles de jóvenes en un macrobotellón que deja suelos y paredes inundados de orines, vomitonas, botas de cerveza, vasos de plástico y residuos de todo tipo, plástico y orgánico... Pobre plaza de Brujas, pobres plazas del centro de Valencia, que no tienen quien las cuide, las proteja, las mime. Ni, me temo, las pise y las conozca.
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