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Y de repente todo el mundo se pone a hablar de Doñana. Doñana por aquí, Doñana por allá. Lo que necesita Doñana, lo que debería ... y no debería hacerse en Doñana. El problema de fondo es el mismo que el del parque natural de la Albufera, otro gran humedal no sometido a la misma tensión política por la sencilla razón de que ahora mismo en la Comunidad Valenciana y en España gobierna el mismo partido, el PSOE, mientras que en Andalucía es el PP el que gestiona la autonomía. Lo cual explica la beligerancia de Sánchez o la artillería de grueso calibre que emplea la ministra del ramo, Teresa Ribera, que no duda en referirse a Juanma Moreno como «señorito» y en lamentar su «soberbia». Digo que el problema de fondo es el mismo, la compatibilidad de las actividades humanas -agrícolas, industriales o de servicios- con un espacio natural de incalculable valor y de enorme fragilidad. ¿Tiene sentido que una carretera atraviese la Dehesa de El Saler? No, pero de alguna manera tienen que llegar los residentes y los visitantes a El Palmar, a El Perellonet y a las playas del Sur de Valencia. La conservación del parque supone un constante tira y afloja entre las exigencias de los vecinos, los veraneantes y los hosteleros con las que impone un hábitat protegido. Ese es el problema de fondo, que se puede sobrellevar. Pero luego está el problema político. Lo de siempre. Una administración-socialista- que durante años -mientras gestionó la Junta de Andalucía- consintió actividades asociadas al turismo que inciden de manera directa en la supervivencia de Doñana, emprende una cruzada contra otra administración de distinto color -el PP- que quiere legalizar las zonas de cultivo. El interés electoral del litigio no se le escapa a nadie: nosotros, los ecologistas, los defensores del medio ambiente, y ellos, los especuladores, los que explotan la naturaleza hasta su agotamiento. Más gasolina para el incendio y ya lo apagará el que venga después. ¡Doñana en peligro!, clama el Gobierno y, en general, la izquierda política y mediática. La misma que no debe de saber dónde está la Albufera. Un parque natural que año tras año se queda sin las inversiones prometidas -¿dónde están los 600 millones de euros anunciados por Ximo Puig en septiembre de 2021?- y que encima tiene que aguantar las ocurrencias de Ribó, presumiendo de que los flamencos emigran de Doñana al humedal valenciano, como si fuera gracias a su buena gestión y a los fondos públicos destinados a su recuperación. Que son ridículos. La Albufera se salva del debate político porque, de momento, en Valencia manda la izquierda. Si el 28-M se produce el cambio, volverá a interesarles.
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