Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

Tengo que volver a escribir con pluma estilográfica. Que vendría a ser otro acto de rebeldía -aunque sea rebeldía de andar por casa, que tampoco ... estamos ya en edad de asaltar el palacio de invierno- frente a la tontura imperante. ¿No tienes Instagram? No, responderé, es que yo escribo con estilográfica, no sé si lo entiendes... (Nota: No, no lo entenderá). El caso es que tengo una buena colección, en la que no falta la clásica Mont Blanc, una Parker Duofold y una Graf von Faber-Castell Classic con madera de Pernambuco. De tintero todas ellas, nada de cartuchos, una innovación demasiado moderna para una práctica clásica. Que sí, que te podías ensuciar las yemas de los dedos y que si no llevabas cuidado acababa manchando el bolsillo de la americana o la cartera o mochila en la que la transportabas. Pero con eso y con todo es elegante, distintivo. Y contracultural. Como volver a los toros. He recuperado mi afición taurina de la mano de dos maestros como Pepe Luis Benlloch y Pedro Toledano (y de Aulas LAS PROVINCIAS inolvidables, en las que matadores retirados o en activo, ganaderos y apoderados nos han regalado recuerdos y vivencias extraordinarias) a la vez que he dejado de ir al fútbol. Una decisión que, siendo del Valencia, demuestra cierto grado de madurez intelectual y de apego a la salud. Navegar hoy a contracorriente no es tarea fácil, a veces te sientes no como una especie en vías de extinción sino como una que ya se hubiera extinguido y de la que apenas quedaran unos cuantos ejemplares exóticos. ¡No puede ser que no hayas visto nunca nada del 'Benidorm fest'! Pues ya lo creo que puede ser. ¿Y no ves ni a Broncano ni a Motos? No veo ni a Broncano ni a Motos aunque si tuviera que elegir con cuál de los dos me quedo no lo dudaría ni un instante. Bueno, vale, pero lo de que no has escuchado nunca una canción de Rosalía es broma, ¿no? De broma, nada. Voluntariamente no he escuchado nada de esa señora, ni de Taylor Swift, otra cosa es que en alguna boda hayan puesto una de sus canciones mientras yo, gin tonic en mano, buscaba cómo alejarme de la pista de baile sin ser visto. No me acostumbré al e-book, no lo soporto, no admite comparación con un libro bien editado, y sigo comprando el periódico en papel y recortando los artículos que me interesan. Y cuando mi compañero Toni Badillo me habla de una aplicación del móvil «utilíííííísima» para la lista de la compra, que puede ser compartida con el resto de miembros de la casa, yo le respondo que un pedazo de papel reciclado es para mí más rápido y más práctico. Pero yo había venido a hablarles de la escritura con estilográfica y tal vez, si me han acompañado hasta aquí, se pregunten por qué. Se lo cuento. Desde que tomó posesión como presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump firma sus decretos con unos rotuladores Sharpie de color y tinta negra y de trazo grueso. Hace poco vi una fotografía en la que el mandatario mostraba la firma que acababa de estampar en un documento de esos que le presentan en una carpeta de cartón. El texto de la norma apenas era visible mientras lo que destacaba era su rúbrica. La imagen era potente y no me pude resistir a la tentación de destapar las evidentes diferencias entre aquellas firmas con pluma y esta declaración trumpiana o trumpista de intenciones. Ahí queda eso, lo he hecho yo y eso es lo que importa, el quién, no el qué, parece decir el republicano con semejante exhibición grafológica. En tiempos tan convulsos como el presente, cargado de interrogantes y miedos, este trazo grueso es siempre el menos conveniente. Lo que hoy se echa en falta, como apuntó Adela Cortina el jueves en una memorable conferencia en el Foro Salaverri, es la sensatez. Y la sensatez es mesura, austeridad, rigor. La sensatez huye de los excesos, de los alardes de macho alfa, Lo que importa en una ley, decreto o norma no es quién la firma sino qué contiene. Porque gobernar no es otra cosa que procurar el bien del pueblo, aparcando los personalismos, algo que no han entendido muchos políticos, mucho menos los populistas. Volver hoy a la estilográfica en los tiempos de Tik Tok, del 'Benidorm fest', de broncanos, rosalías e 'influencers' sin fronteras es un acto valiente, una carga de la brigada ligera abocada al inevitable fracaso frente a un ejército bien pertrechado que a un lado y al otro, en la trinchera de un extremo y la del extremo de enfrente, se aprestan a disparar a todo el que mueve. Sobre todo si el muy idiota se atreve a escribir con una pluma en pleno siglo XXI, con un tal Sánchez en la Moncloa y Trump en la Casa Blanca.

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