Vuelvo con el populismo, uno de mis temas predilectos. Lo repito: la catástrofe llega cuando ofrecen soluciones simples a problemas complejos. Pero eso no significa ... que sus críticas sean desacertadas. Pensemos en Podemos, el partido que nace a partir del movimiento del 15-M que excomunistas que siguen siendo comunistas pero ya no están en el Partido Comunista (¿o sí...?) manipulan hábilmente. La teoría de «la casta», de las élites extractivas, es casi irreprochable. El análisis es bueno, el diagnóstico del enfermo es el adecuado. La terapia que pretenden aplicar es un completo desastre. Entre otras cosas porque la cabra tira al monte y vuelven a lo de siempre, el intervencionismo de manual: la subida de impuestos, la persecución a los ricos por ser ricos, la estigmatización de la inversión extranjera... Vamos ahora con uno de fuera: Donald Trump. Estrambótico, chulesco, zafio, la antítesis de lo que para mi debe ser un dirigente político. Pero no por eso hay que concluir que todas sus afirmaciones, incluso sus provocaciones, son erróneas. ¿Acaso no tenía razón al denunciar una deslocalización industrial que ha mandado al paro a millones de trabajadores para enriquecer a unos cuantos empresarios y para impulsar las economías de países rivales? Incluso de dictaduras comunistas como China o Vietnam. Otro de fuera. Otra en este caso: Marine Le Pen en Francia. ¿Es que no tiene nuestro vecino un grave problema de convivencia y de seguridad por una inmigración descontrolada y que lejos de integrarse pone en peligro las señas de identidad de un país clave en la construcción europea? Volvamos a España. Vox. Fijémonos en su denuncia de «los chiringuitos». Esos negocios que crecen a partir de la imposición, entre otras, de la ideología de género. ¿Es que no tienen razón? Asunto bien diferente es cuando proponen soluciones. Pero que se han cometido excesos está fuera de toda duda. No hay más que ver el caso más reciente. La app que se inventó la podemista Irene Montero durante su etapa como ministra de Igualdad y que presentó con su inimitable secretaria de Estado, 'Pam'. Una app para repartir las tareas del hogar y que no recaigan sólo en la mujer. De traca. Un experimento, fracasado como tantos otros, que ha costado la nada despreciable cifra de 211.000 euros, que fueron a parar a una empresa «consultora tecnológica». ¿Hay o no hay «chiringuitos» ¿Cuántos gabinetes de psicólogos o sexólogos, cuántos asesores de lo que sea, influencers, opinadores del régimen y otras gentes de malvivir se han enriquecido gracias a la dictadura del pensamiento único?
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