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Otra lección de la dana
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Otra lección de la dana

Los cargos de responsabilidad política exigen una preparación técnica, especialmente aquellos puestos de los que depende la vida de las personas

Pablo Salazar

Valencia

Viernes, 28 de marzo 2025, 23:55

Me contaba hace unos días un compañero una conversación reciente con el alcalde de una de las localidades valencianas que más sufrió durante la dana, ... en la que le reconocía que no sabía qué hacer el día de la tragedia, a quién llamar, qué avisos mandar y qué medidas tomar. Y que tuvo que ser un compañero de partido de otra población el que le indicara los pasos a seguir. La exconsellera responsable de las Emergencias admitió en fechas posteriores que no tenía conocimiento del sistema Es-Alert, el famoso mensaje que se envió cuando ya era demasiado tarde, aunque luego matizó estas declaraciones. ¿Cómo es posible que dirigentes políticos, autoridades públicas, sean capaces de exhibir su falta de preparación para unos cargos sobre los que, en determinadas situaciones de gravedad, pende la vida de las personas? Porque, además, estamos hablando de una inundación, que por desgracia es algo habitual en Valencia, aunque no, afortunadamente, con la virulencia de las del 29 de octubre. Un alcalde es el responsable político más próximo al ciudadano, el que pisa la calle del municipio, el más accesible. Es evidente que ante una catástrofe de la magnitud de la dana, un ayuntamiento no va a tener medios suficientes para combatirla. Pero su primer edil, y con él todos los que tienen funciones de gobierno, debe estar preparado, saber qué teclas tocar, a quién llamar y cómo actuar en las primeras y decisivas horas. Con mayor motivo, la consellera al mando de las Emergencias, así como el secretario autonómico. El problema, como es fácilmente deducible, es que a la política y, por consiguiente, a los puestos de mayor responsabilidad, no están llegando las personas más preparadas, los profesionales más competentes, sino los que han hecho carrera dentro del partido, los que han sabido medrar para ir escalando de asesor a concejal, de concejal a diputado, de diputado a director general o a secretario autonómico o, con un poco de suerte, a conseller. Eso explica algunos casos inauditos, como el de Pilar Alegría, la ministra de Educación y portavoz del Gobierno, que es capaz de soltar en público, en una de sus comparecencias, que el Ejecutivo no tiene que presentar los Presupuestos Generales del Estado en las Cortes, cuando es una obligación constitucional. Falta de preparación, nula experiencia laboral, pobre currículum académico, escasas habilidades profesionales... Un cóctel explosivo que, sin embargo, no impide a algunos de estos personajes situarse en cargos con unas responsabilidades que en situaciones dramáticas les sobrepasa. Como se comprobó el día de la dana.

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