En la misma edición en papel de este periódico, la de ayer lunes, podíamos encontrar la entrevista de Juan carlos Valldecabres al ex secretario autonómico ... de Economía, el compromisero Natxo Costa, que se preguntaba quién compraría el Valencia CF con un «activo tóxico como Mestalla», y la contraportada que firma Cayetano Ros, en la que lamentaba el derribo que puede aguardar al viejo coliseo valencianista, una posibilidad que dice que «indigna» a los corresponsales extranjeros que visitan la ciudad y acuden al fútbol. A lo largo de tantos años de opinar en las páginas de LAS PROVINCIAS, uno acumula aciertos y errores. Y no sabría decir si son más los primeros que los segundos. De lo que sí estoy seguro es que cuando se presentó el proyecto del nuevo Mestalla, cuando la sociedad valenciana arropó, aplaudió y se emocionó con la propuesta impulsada por Juan Soler -con el respaldo político del Ayuntamiento y de la Generalitat, ambos en manos del PP-, fueron pocas las voces que se levantaron tanto contra la desmesura de lo que se iba a hacer en Cortes Valencianas como contra el desprecio hacia la historia que suponía la consiguiente demolición de Mestalla. Puedo presumir de formar parte de ese minúsculo grupito de escépticos y románticos que no querían trasladarse del barrio de la Exposición al de Benicalap. Me alegra que ahora sean más, muchos más, los que piden que la solución que a priori podría considerarse completamente ilógica -mantenerse en el actual emplazamiento y tirar la gran estructura varada frente a la Dama de Elche de Manolo Valdés, a pesar del dinero ya gastado- se acabe imponiendo por el bien no sólo del club sino de la ciudad. Porque estadios nuevos hay muchos. Y casi todos iguales. Pero estadios con la solera del viejo Mestalla hay muy pocos. Con miles de partidos, entre nacionales, internacionales y de selecciones, un Mundial, finales de Copa, mítines políticos, carreras, grandes conciertos y otros eventos, como graduaciones universitarias. En el viejo Mestalla el fútbol se ve diferente, por incómodo que resulte. Tiene otro ambiente, otro sabor. El nuevo, si se acaba, será un 'low cost' infame, desproporcionado, excesivo para las necesidades del Valencia. Sin alma. Así que el «activo tóxico», estimado Natxo Costa, ex secretario autonómico y actual director general del club de rugby Les Abelles, no es el viejo sino el nuevo Mestalla. Que nadie quiere terminar, ni el propietario, ni los aficionados. Y que la Administración no se atreve a imponer con verdadera autoridad. Ni la de antes -el Botánico más el Rialto- ni la de ahora. La de un PP que en este asunto, como en tantos otros, está atrapado por su pasado.
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