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Uno de los recuerdos que guardo en mi memoria futbolística fue el primer partido de la selección que vi en Mestalla. Fue un España-Escocia ... de la ronda de clasificación para la Eurocopa de 1976, cuya fase final, en Yugoslavia, sólo disputaron cuatro equipos, ganando Checoslovaquia a la Alemania Federal gracias al famoso penalti de Panenka. Mientras escribo me doy cuenta que Yugoslavia y Checoslovaquia ya no existen y que Alemania es otra desde la unificación. Cosas del paso del tiempo. En aquel encuentro del entonces Luis Casanova, que se jugó un 5 de febrero de 1975, participaron dos valencianistas, Sol y Claramunt, que hizo las veces de capitán. Lo mismo, eran otros tiempos... Recuerdo las gradas a rebosar pero, sobre todo, las banderitas de plástico que regalaban al acceder al estadio, que entonces me parecieron una magnífica idea y luego acabé por aborrecer. El ambiente, la entrega entusiasta de la afición hacia un conjunto que transmitía poco y no ganaba nada, hizo de Valencia la sede de la selección. Hasta el punto de ser designada para albergar los partidos de España en el Mundial del 82, arrebatando a Sevilla la distinción honoraria de 'jugador número 12'. Me acordé de estas ya viejas historias contemplando el domingo un Mestalla con 48.000 espectadores para ver el partido contra Países Bajos. Es probable que el mal momento del Valencia en contraste con la racha victoriosa de los de De la Fuente haya multiplicado el número de entusiastas del combinado nacional. Pero en cualquier etapa, con los blanquinegros en la cresta de la ola o en lo más profundo de un pozo, Valencia siempre se ha volcado con la selección. ¿Qué sentirán -pensé- cada vez que ven estas demostraciones de fervor patriótico los hijos de «el País Valenciá serà d'esquerres o no serà»? Es decir, los herederos de Joan Fuster, los que lo citan en cada 9 d'Octubre, los que tienen en su mesilla de noche el 'Nosaltres' y, antes de acostarse, leen un parrafito como si fuera la Biblia. Pues sentirán -me dije- lo mismo que cuando leen las encuestas que no vaticinan el hundimiento del PPCV ni el ascenso meteórico de la izquierda y el nacionalismo. Están locos estos valencianos, mira que votar al PP, o, mucho peor, a Vox, mira que acudir a los partidos de España en lugar de reclamar una selección valenciana. Mejor aún, la selección nacional dels paÏsos catalans. Puedo imaginar su desazón y hasta llegar a comprender su depresión. Que no a aplaudirla. Pero el problema es que no han entendido nada, no saben cómo es la Valencia que quieren gobernar. Me temo que no lo han sabido nunca.
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