Vengo observando desde hace años un proceso que me llama la atención. Me refiero al de las personas que no saben estar en casa, que ... necesitan salir, hacer cualquier actividad con tal de no quedarse entre las cuatro paredes de su hogar. Fenómeno que contrasta con la advertencia que lanzan algunos psicólogos por los casos de jóvenes que se encierran en su habitación y no viven la vida en los lugares sino a través de las pantallas. Que prefieren comprar por internet antes que ir de tiendas con un grupo de amigas. O que tampoco conciben acudir a un partido de fútbol o de baloncesto o a un concierto y optan por seguirlo por el ordenador, la tablet o el móvil. Encargan una hamburguesa o una pizza y no socializan, su mundo se reduce a su dormitorio. No digo que no se den esos casos, seguro que sí, pero son más los que comentaba al principio, los de aquellos que en caso de terremoto no quedarán atrapados entre las ruinas de su edificio. Durante la semana, el trabajo les sirve de válvula de escape pero cuando llega el fin de semana tienen que buscar cualquier excusa para salir a la calle. Las Fallas, el fútbol, las citas con amigos o los eventos familiares, compras, conciertos, viajes... lo que haga falta, la cuestión es llenar la agenda y no parar. No parar para no pensar. Temen el aburrimiento y no conciben estar sin hacer nada. Esta tendencia social ha sido captada por los partidos políticos, que los sábados y domingos organizan mítines, encuentros de militantes, congresos, cumbres, foros, seminarios y cualquier tipo de actividad que permita a sus líderes soltar el argumentario que les han preparado sus asesores y conseguir así unos segundos en los informativos de televisión. Convocatorias a las que, como es lógico, acuden los cargos públicos de la formación, faltaría más. Pero que, además, tienen su público. Esos personajes anónimos que acuden, pongamos por caso, a escuchar a María Jesús Montero. A mi no se me ocurre un peor plan de fin de semana que asistir a un mitin de María Jesús Montero. Creo que me marearía, que durante la semana me pondría enfermo pensando en lo que me esperaría el sábado o el domingo, Hasta pienso que prefería tener que ir de urgencias por una obstrucción intestinal. Pero el caso es que hay gente que va. Todos estos actos tienen su público, devotos que aplauden con fervor y una sonrisa en los labios las simplezas y hasta los insultos y provocaciones que lanza el 'líder' de turno. Y cuando me pregunto si es que no tendrán nada mejor que hacer llego a la conclusión de que no, que en efecto no tienen nada mejor que hacer. Qué pena.
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