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Nucleares, ¿no, gracias?
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Nucleares, ¿no, gracias?

Visto lo visto, ¿es responsable prescindir de un sistema que garantiza energía? ¿Es sensato hacerlo cuando nuestro vecino, Francia, dispone de centrales?

Pablo Salazar

Valencia

Miércoles, 30 de abril 2025, 23:16

El problema es siempre el mismo, reducirlo todo a estar a favor o en contra. Blanco o negro. Israelíes o palestinos, Madrid o Barça, el ... Papa Francisco, un santo o un comunista. O, ahora, las centrales nucleares como fuente de energía. O tienes que decir que son maravillosas o sacar del baúl la camiseta de 'Nuclears? No, gràcies', con el sol sol sonriente, y volvértela a poner. ¿En serio te gustan esos horrendos mamotretos, con lo peligrosos que son? ¿Y si un día se produce un accidente en Cofrentes como el de Chernóbil qué haremos, dónde iremos, qué será de nosotros? Estas, me imagino, serán las preguntas que a quemarropa me soltará cualquier militante antinuclear a quien le diga que estoy a favor de mantenerlas. ¿Que si me gustan? Por supuesto que no. Como tampoco me gustan las subestaciones eléctricas, ni las gasolineras. Ni en general los polígonos industriales, ni los vertederos, ni los ecoparques, ni las estaciones de autobuses (las de tren, sí, son una de mis pasiones). Ni los cementerios de coches, mucho menos los de neumáticos. Ni las cementeras, ni las refinerías, ni los secaderos de jamones, ni los almacenes de materiales de la construcción, ni las antenas de telefonía... No sigo, que me quedo sin espacio. ¡Hay tantas cosas, tantos espacios urbanos y rurales que no me gustan! Pero aunque no me gusten, son necesarios para poder disfrutar de todos los servicios y de las infinitas comodidades de la vida moderna. ¿O acaso queremos volver a vivir como en el siglo XVIII, antes de la Revolución Industrial? Sin calefacción ni aire acondicionado, sin teléfono móvil, sin coches ni aviones. No, claro que no me gustan las nucleares y claro que me da miedo lo que pueda ocurrir si un día se produce un fallo en una de ellas. Pero me temo que de momento no hay alternativa y que cerrarlas todas no responde a un plan energético serio sino a los prejuicios propios del ecologismo de salón que practica el Gobierno sanchista y que tuvo en la exministra y actual comisaria europea Teresa Ribera a su mejor representante. No me gustan las nucleares pero quiero llegar a casa y poder encender la luz sin sobresaltos. Tampoco me gusta la estética de los secaderos de jamones que veo diseminados por la provincia de Teruel pero me encanta comer jamón. El desmantelamiento de las nucleares en España no es más que una nueva demostración del sectarismo ideológico de un Gobierno sobrepasado e incapaz, que dispara a todo con tal de eludir su responsabilidad. ¿Lo peor de todo? Que en la última encuesta, la publicada por El Español, el PSOE aún obtiene 117 diputados. Inaudito.

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