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Nos vamos a ir, no sabíamos del valor de esta casa». Los okupas de Villa Amparo, la casa de Rocafort en la que vivió el ... poeta Antonio Machado, durante la Guerra Civil, han mostrado esta ¿sensibilidad literaria? al conocer la historia del chalé en el que se habían metido. Y uno no sabe si alegrarse o echarse a llorar. Primero, por el drama habitacional que sufren muchas personas. Estos, en concreto, han declarado que no tienen donde vivir y por eso entraron en una vivienda que no es suya. Segundo, por el hecho de que decidan irse al enterarse de la importancia de la casa. ¿Es que acaso, para los okupas, si el propietario fuera alguien sin nombre no merecería igual consideración? A la vista está que no. Y tercero, por la propia situación de Villa Amparo. Comprada por la Generalitat... ¿para qué? De momento, para nada. Hasta el punto de que el 150 aniversario del nacimiento del escritor va a pasar casi completamente desapercibido en una de las ciudades machadianas. No así en otras (Sevilla, Madrid, Segovia o Soria) donde, por ejemplo, se ha montado la exposición 'El legado de los Machado?. Ojo, en plural, Antonio pero también Manuel, injustamente olvidado por la historia y la crítica literaria por haberse puesto de lado del bando franquista. A estos okupas que dicen que no sabían donde se metían les leería yo algunos versos de don Antonio, como los del arranque de 'El mañana efímero': «La España de charanga y pandereta/cerrado y sacristía/devota de Frascuelo y de María/de espíritu burlón y de alma quieta/ha de tener su mármol y su día/su infalible mañana y su poeta». Antonio Machado, genial escritor y pensador, se alineó con otra España no menos tóxica y nociva que aquella contra la que luchó. Si levantara la cabeza y viera aquella residencia en la que pasó unos meses -antes de emprender el camino al exilio, hacia Collioure, donde moriría- okupada porque una administración pública (tanto la actual como la anterior) no ha hecho los deberes y no ha rehabilitado y dotado de contenidos y actividades el espacio, pensaría en lo poco que hemos avanzado. Volvamos a sus rimas, porque es el consuelo que nos queda. Y aunque hoy gobiernen los suyos (si viviera estoy seguro que los rechazaría) acudo al final de ese 'El mañana efímero' y a una esperanza tal vez vana, pero esperanza al fin: «Más otra España nace/la España del cincel y de la maza/con esa eterna juventud que se hace/del pasado macizo de la raza./Una España implacable y redentora,/España que alborea/con un hacha en la mano vengadora/España de la rabia y de la idea».
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