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Martes en Valencia. Los colegios han sido suspendidos, las universidades también, la Conselleria de Sanidad ha anunciado el aplazamiento de las operaciones y de las ... consultas en hospitales públicos y ambulatorios, el Club de Encuentro ha comunicado la anulación de la prevista conferencia de la vicepresidenta del Consell, Susana Camarero, hay otras convocatorias de actos y eventos que también se han caído de la agenda, la mascletà, como es obvio, no se ha disparado, hay menos gente en las calles pero hay gente, hay menos tráfico pero hay tráfico, los autobuses no van tan llenos como de costumbre pero tampoco circulan vacíos, los parques y jardines están cerrados... Pero las tiendas y los centros comerciales están abiertos, como las empresas y los negocios particulares. Incluyo en este apartado las churrerías humeantes y a pleno funcionamiento, incluida la que anunciaron que no iba a estar al lado del palacio de Cervellón pero que está al lado del palacio de Cervellón. Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, escribió Antonio Machado. En Valencia lo que queda son las churrerías, pase quien pase por la Alcaldía. Pero volvamos al martes por la tarde, que podría ser el mismo relato de ayer miércoles. La sensación era extraña. Entiendes y aplaudes las precauciones ante la alerta meteorológica, ¡cómo no las vas a entender si aún hay tres víctimas de la dana cuyos cuerpos no han podido ser encontrados! Pero sientes que tal vez sean necesarios unos protocolos más coherentes. Lo escribí el día de la riada, antes de que se produjera la tragedia, y me ratifico: no tenía sentido, dije, que mientras la Universitat de València suspendía las clases y dejaba a universitarios de veintitantos años en sus casas, los colegios de la ciudad permanecieran abiertos, con lo que los niños tendrían que acudir como todos los días. Reclamo, y lo vuelvo a hacer, una autoridad única. Al igual que es necesario volver a tocar un asunto de difícil resolución: carece de sentido que las emergencias dependan de las comunidades autónomas cuando no tienen medios propios para actuar en casos extremadamente graves y hay que recurrir a unas Fuerzas Armadas que recaen bajo el control del Gobierno central. La ineficacia -a la vista está- queda garantizada. Nos tenemos que acostumbrar a estas situaciones de alarma, aunque luego no pase nada. La prevención, se demostró el 29 de octubre, es la clave. Pero habrá que ajustar algunos criterios. Porque no veo muy lógico que el mismo cirujano que no tiene que operar en un hospital público pueda hacerlo en uno privado.
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