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En el tiempo que queda entre el «¡Mazón dimisión!», las versiones del president, el cruce de acusaciones entre el Gobierno y el Consell y la ... investigación judicial, se habla algo de la reconstrucción tras la dana. Pero la palabra, reconstrucción, no me gusta, no es la más acertada. ¿Qué ocurrió tras la riada del 57? Y estamos hablando de la dictadura franquista. Lo que ocurrió es que se pensó en una nueva Valencia, con aciertos (el nuevo cauce del Turia, como se demostró el 29 de octubre, a pesar de su evidente afección ecológica y de las centenares de familiar que tuvieron que ser expropiadas y perdieron su hogar) y con errores (las autopistas urbanas proyectadas en el viejo cauce y que afortunadamente no se llegaron a ejecutar). Una nueva ciudad con una red viaria pensada para un tráfico al alza y con una red ferroviaria para acabar con el «cinturón de hierro» que impedía su desarrollo. Quiero decir con ello que hubo ambición, aunque el modelo escogido para el crecimiento hoy nos resulte agresivo. La «ciudad monstruo» lo ha bautizado con su buen criterio habitual Josep Vicent Boira. Lo que me preocupa en este momento es que no haya ambición, que la confrontación política impida centrarnos en lo más importante. Que es qué hacemos con un territorio inundable en el que la posibilidad de sufrir nuevos episodios de lluvias torrenciales es muy elevada. Si reconstruir es volver al estado en que nos encontrábamos antes del fatal día de la dana, estaremos cometiendo una grave equivocación. No es posible trasladar municipios y polígonos, no es sensato pensar en soluciones a la china, como cuando el régimen comunista construyó la presa de las Tres Gargantas y al menos un millón de personas tuvieron que cambiar su lugar de residencia. Pero es imprescindible tomar las medidas y aprobar cuanto antes los proyectos para que no volvamos a vivir una tragedia. Es posible que no se vuelva a registrar un diluvio como el de aquel día, pero desgraciadamente no lo sabemos, no podemos saberlo. Y estamos obligados a meditar lo que hacemos, a diseñar las infraestructuras que hagan falta y a promover el traslado de actividades y la modificación de carreteras y vías férreas. Limitarse a reconstruir puede abocarnos a repetir los errores del pasado, cuando se construyó sin tener en cuenta que el agua vuelve por su cauce natural y que hay barrancos que son un peligro en potencia. Pueden permanecer dormidos durante décadas pero el día que se despiertan... Una evidencia que sabía casi todo el mundo. Excepto -por lo que parece- los que el 29-O estaban en el Cecopi.
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