Entre la Ribolución y el DerRibo

Los juegos de palabras encuentran su terreno abonado para florecer en las campañas electorales. El más comentado en esta del 28-M es el lema del PP para una de las pedanías del municipio murciano de Santomera, conocida como La Matanza, que cuenta con unos mil habitantes. Junto a las fotografías de los candidatos, el mensaje, 'La Matanza que quieres'. ¿Error involuntario o ingenio para que hablen de ti aunque sea riéndose? A saber, carezco de contactos con la dirección popular en la comunidad vecina como para preguntar y que me respondan.

En Valencia, Compromís también ha echado mano del juego de palabras. 'Riboluciona València' y una foto del actual alcalde y candidato nacionalista en bicicleta. Se trata de estirar todo lo que se pueda el evidente impacto que logró cuando tras ser elegido en 2015 llegó a trabajar en este medio de transporte en lugar de hacerlo en un coche oficial. Que luego, a lo largo de sus ocho años de mandato, ha utilizado con asiduidad, aunque esta parte de la historia ya no convenga resaltar en el relato propagandístico. Es algo así como Sánchez acudiendo en el contaminante Falcon hasta Doñana para interesarse por el equilibrio ecológico del humedal.

La bicicleta como símbolo de la 'ribolución'. No está mal pensado, para los muy convencidos, claro está. Porque el vecino sabe que la sustitución de coches por vehículos de dos ruedas no es tan idílica como Compromís nos pretende vender. Primero porque apenas ha conseguido disminuir el tráfico de coches y furgonetas. Más bien lo que parece haberse producido es un traspaso de viajeros de la EMT y el metro a esta nueva forma de movilidad urbana. Y segundo porque las bicis, pero sobre todo los patinetes, están generando no pocos problemas de convivencia al circular por áreas reservadas a los peatones, los grandes derrotados de esta transformación.

Pero la 'ribolución' no son sólo las bicicletas, qué va. La EMT, a la que dedicaremos estos días un artículo, también ha padecido los 'ribolucionarios' métodos del alcalde y su fiel escudero, Giuseppe Grezzi, de tal forma que una compañía que funcionaba bien ahora es un completo desastre. ¿Y qué me dicen de la limpieza urbana? ¿O del mantenimiento de los jardines? ¿O de la progresiva e imparable imposición del valenciano en carteles, placas y servicios municipales, despreciando el carácter bilingüe de la ciudad y lo que establece el Estatuto de autonomía? Más 'riboluciones'.

Este simpático juego de palabras tiene su némesis en otro que circula por Valencia desde hace años. DerRibo. DerRibo de un modelo de ciudad, de la presencia en el exterior, de las oportunidades de negocio, de los grandes eventos y los edificios de autor. Todo se ha sometido a un concienzudo derRibo. Cualquier cosa que sonara al PP y recordara a Rita Barberá. Como la Copa América, que finalmente viajó a la Barcelona de Ada Colau, modelo e inspiración del regidor valenciano. Y encima, por si no era suficiente, el derRibo del Metropol, el cine diseñado por Javier Goerlich, otro arquitecto que, como Moreno-Barberá -el de la antigua Escuela de Agrónomos- no tiene un salvem que lo defienda. Seguramente por haber trabajado durante el franquismo, lo cual los convierte en políticamente incorrectos. Ribó va a terminar su segundo mandato con una licencia de derRibo de un inmueble histórico, un cine cuya destrucción hubiera desatado, en otros tiempos, una oleada de protestas, manifiestos, recogida de firmas, concentraciones, camisetas en los plenos y toda la parafernalia habitual en estos casos. Esto también forma parte de la 'Ribolución', los antiguos 'ribolucionarios' se han institucionalizado, ya son casta.