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Hace unos días, Julio Moltó, histórico dirigente vecinal de Nazaret, envió a Paco Moreno un Whatsapp con la fotografía de un recorte de prensa que ... forma parte del archivo de la entidad. Data de 1998, es de LAS PROVINCIAS, lo firma un servidor y reza así: «Una empresa hará 2.500 viviendas en la prolongación de la avenida de Francia y el camino de las Moreras». Veintisiete años después, la casa por barrer. El plan de viviendas había pasado por la comisión municipal de Urbanismo y parecía bien enfocado. Parecía. El jueves, en la reunión de la tarde en la que se decide la primera página de la edición de papel del periódico, no pude evitar soltar una sonora carcajada al escuchar uno de los titulares que se cantó: «El Ayuntamiento de Valencia da luz verde al proyecto para embellecer el entorno del Museo de Bellas Artes». ¡Eso ya lo he escrito yo no sé cuántas veces!, exclamé. La calle Vuelta del Ruiseñor, la conexión del San Pío V con el jardín de Viveros, el proyecto (descartado) de un túnel en la marginal del viejo cauce que de alguna forma dé continuidad y unifique todo ese espacio con el viejo cauce del Turia... Está todo inventado. Lo he contado yo como antes lo contó Coello y, antes de Coello, Lagardera, y antes de Lagardera, Bellveser. Y por supuesto, antes de todos nosotros, Paco Puche. Ya, ya, uno cumple años y la hoja de servicios va añadiendo más y más páginas. Algunas, o muchas, ya amarillean. Pero la cuestión no es esa sino lo que se eternizan en Valencia algunas intervenciones urbanísticas, proyectos que vienen y van, se estancan, arrancan de nuevo para, al poco tiempo, volver a entrar en vía muerta. Y así, año tras año, década tras década. En la misma reunión del jueves salió a relucir la sentencia de un juzgado que da la razón al Ayuntamiento y falla en contra de la empresa hotelera del Sidi Saler, que pretendía reabrir las instalaciones. Asunto que al día siguiente abría la portada del diario. Fue entonces cuando caí en que el establecimiento hotelero lleva cerrado más de trece años y que como nadie lo arregle puede acabar siendo un Algarrobico II, un conflicto eterno entre administraciones, enmarañado en los tribunales de justicia y que no hay forma de resolver. ¿Por qué nos hemos acostumbrado a estos retrasos, por qué aceptamos con normalidad atascos burocráticos que son impensables en una empresa privada? Me lo pregunto cada mañana cuando al poco de salir de casa atravieso el conocido como «solar de El Pilar», un enorme descampado entre la avenida Blasco Ibáñez y la calle Rubén Darío que sirve de aparcamiento al barrio y que espera a no se sabe qué para que 'alguien', su propietario -¿el Ayuntamiento, una empresa, unos particulares...?- construya las viviendas previstas y lo urbanice. Los que estudiamos en el colegio aún recordamos las alquerías que poblaban la zona y particularmente el legendario 'Los checas', un local indescriptible en el que podías comprar desde un bocadillo de tortilla de patatas con alioli hasta cigarrillos sueltos. De todo aquello no queda nada, ni las vías del ferrocarril a Zaragoza, ni los almacenes e instalaciones ferroviarias, ni las casa de huerta. Pero ahí sigue el solar. ¿Hasta cuándo? Lo del Sidi es mucho peor. Porque está en la playa de El Saler, en un parque natural. Y porque carece de sentido. Siendo generoso diría que la construcción es terrible y que cuando uno ve el mamotreto siente irrefrenables deseos de dinamitarlo. No comparto la decisión del actual Ayuntamiento de darle un nuevo uso, de salvarlo de la demolición. Lo más razonable sería que el litoral recuperara su aspecto, como ya ha ocurrido en otras zonas de la Dehesa, felizmente rescatadas de aquel loco proyecto urbanizador del tardofranquismo. Pero lo que tenga que ser, que sea ya. Si quieren hacer una residencia de la tercera edad, háganla cuanto antes. Y si no, aprueben el derribo y la regeneración paisajística. Pero no entremos en el bucle melancólico de sentencias, recursos, ejecución de sentencia, aplazamiento, anuncio de expropiación, declaraciones enfrentadas de responsables políticos, campañas ciudadanas... Que el Sidi no sea un nuevo Algarrobico, veinte años esperando una decisión. Y que dentro de treinta años no haya un periodista de LAS PROVINCIAS que tenga que escribir que el Gobierno anuncia tal o cual cosa sobre el viejo hotel. Igual, para entonces, el entorno del Museo de Bellas Artes ya está por fin arreglado y el Parque Central se ha terminado. Y en el PAI del Grao se han construido las viviendas que en 1998 pensábamos que estaban a punto de entrar en obras. Qué ilusos.
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