Lo de la llamada supermanzana de la Pechina es el reflejo de los ocho años del Ayuntamiento de Valencia dirigido por Ribó con el apoyo de los socialistas. Años de improvisaciones y de obras provisionales bautizadas como «urbanismo táctico», un eufemismo que venía a querer ... decir: a ver si parece que hacemos mucho sin que en realidad hagamos nada. Pintura verde por aquí, maceteros por allá, unas palabras mágicas -sostenibilidad, accesibilidad, ciudad 15 minutos...- y ya se ha obrado el milagro, una calle nueva, un espacio ganado para los ciudadanos. La realidad, no obstante, es muy diferente. Para que un proyecto funcione tiene que estar bien pensado, tomar en consideración todas las variables y ejecutarse con dignidad, sin despilfarros pero sin escatimar recursos. Un trozo de calzada pintada de verde no es una solución definitiva, es una chapuza. Y desperdigar mesas de ping-pong y bancos para sentarse donde antes había carriles de circulación y plazas de aparcamiento en superficie, obviamente va a tener éxito entre algunos residentes del barrio o entre las familias del colegio más cercano pero eso no es una propuesta bien elaborada y definida que trata de resolver las necesidades y preocupaciones de los diferentes sectores que transitan esa calle: padres con niños pequeños, personas mayores, comerciantes, automovilistas, ciclistas... Las ciudades se cambian invirtiendo fondos públicos y animando a la participación de las empresas privadas. Los proyectos de las administraciones -local, autonómica y central- pueden actuar como motor que impulse la transformación de un barrio. En unos años, cuando el acceso ferroviario a Valencia esté enterrado, Malilla puede pasar de ser una zona humilde y poco solicitada a ponerse de moda. El bulevar García Lorca y el derribo del escaléxtric lo cambiará todo. Por su parte, Ruzafa es una zona a la que la iniciativa privada le dio la vuelta. De correr el riesgo de acabar siendo un gueto a congregar talleres de artistas y negocios relacionados con el ocio y la restauración. La supermanzana de Pechina no es ni lo uno ni lo otro. Es un experimento que ha acabado mal, con coches aparcados en zonas donde no deben estar. El Ayuntamiento de María José Catalá tiene que decidir si quiere mantener el uso preferentemente peatonal, y para ello proceder a una reurbanización completa y definitiva de toda la zona, o si prefiere volver al modelo anterior. Y si se decanta por lo primero, sería bueno que estudiara dónde van a aparcar los vecinos que carecen de garaje en sus fincas. Todo eso es hacer urbanismo de verdad y supermanzanas auténticas. Lo demás son chapuzas, puro postureo.

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