Los tiempos de la administración
¿Es inevitable que cuando un asunto, cualquiera, el que sea, entra en el laberinto burocrático se dilate durante meses, años, lustros, décadas...?
En el análisis sobre la situación del Cabanyal que LAS PROVINCIAS publicó el domingo, uno de los vecinos encuestados aportaba una clave: «Las reformas privadas ... van rápido, pero las públicas no». ¿Tiene que ser siempre así, debemos aceptar esta diferencia de velocidades? Me asaltó la duda tras enterarme de que el Ayuntamiento de Valencia ha encargado a Abelard Saragossà, miembro de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, un informe lingüístico sobre el nombre de la ciudad en valenciano. Es decir, si la tilde debe ser abierta (València), como pretende la institución normativa reconocida por el Estatuto de autonomía desde los tiempos de Zaplana -gentileza del pacto entre José María Aznar y Jordi Pujol-, o cerrada (Valéncia), como defienden las entidades valencianistas (Lo Rat Penat y la Real Acadèmia de Cultura Valenciana) que apuestan por el valenciano coloquial o de la calle, alejado de cualquier tentación de homologarlo con el catalán. De este asunto, de la doble denominación de Valencia, en castellano y en valenciano, y de la tilde en la lengua autóctona, se comenzó a debatir al poco de acceder María José Catalá a la Alcaldía, tras las elecciones de mayo de 2023. Pero a esta masa de pan se le dan vueeeeeltas y más vueeeeeeltas, se arroja una y otra vez sobre la mesa del obrador, se estruja y se estira, se aplana y se vuelve a enrollar, sin prisa, con calma, mucha caaaaaaaaalma... sin que de una vez por todas entre en el horno. Tres meses le han dado ahora al académico para que redacte su informe. Imagino que es lo legal, lo que establecen las leyes de procedimiento administrativo. Aunque también imagino que Saragossà debe conocer el tema al dedillo y en un mes, qué digo en un mes, en una semana o incluso menos tendría preparado el dictamen correspondiente. Cuando un proyecto, una iniciativa, un lo que sea, entra en el laberinto de la administración pública, lo que en una empresa privada serían días se convierte en meses. Por eso, el cambio en Russafa, hace ya bastantes años, llegó mucho antes de que el Ayuntamiento de Valencia/Valéncia/València comenzara a hacer obras en sus calles. Los artistas que montaron allí sus talleres o los emprendedores que abrieron negocios transformaron un barrio que amenazaba con degenerar en un gueto. Pero es que los tiempos en la administración, en cualquier administración, son éstos, y nadie parece poder ponerle remedio. Y lo peor de todo es cuando se anuncia una ventanilla única que va a arreglar el maremágnum burocrático y que sólo sirve para enmarañarlo más.
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