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El actual rector de la Universidad Politécnica de Valencia, José Capilla, se presenta a la reelección. Y al parecer no va a tener rival, por lo que su continuidad está asegurada. Esta semana ha presentado el programa para su nuevo mandato y entre las propuestas ... destaca la construcción de nuevos edificios en el campus de Vera y, lo más llamativo de todo, «un hito urbano» que se ha bautizado como «la torre UPV», un rascacielos que podría alcanzar los cien metros de altura y que se ubicaría en la entrada por la avenida de Cataluña, en la confluencia con la de Tarongers. También me ha sorprendido que proponga el traslado de las cocheras de la EMT, con el fin de permitir otra ampliación de las instalaciones universitarias. Hace años, cuando trabajaba en Levante, Ferran Belda escribió un memorable artículo en el que ironizaba sobre las farolas que Juan Vicente Jurado había colocado en la avenida del Cid. Decía que desde el espacio se podían apreciar dos obras del ser humano en el planeta Tierra: la muralla china y los báculos de luz en la entrada a Valencia desde Madrid. Años después llegaría Joan Ribó para dejar la ciudad a oscuras, una forma como otra cualquiera de ahorrar y ser ecológico. Tan sensata como no dar de comer a los niños de un colegio para no consumir ni agua ni luz ni gas. Pero eso es otra historia. El caso es que la única obra humana en España que los astronautas pueden ver desde la estación espacial es el mar de plástico de Almería, un paisaje inquietante en el que cuando te sumerges te entra la duda de si vas a conseguir salir. A ese mar de plástico vamos a tener que añadir el campus de Vera, que crece y crece y crece como si no hubiera un mañana y el territorio fuera infinito. No es que yo quiera frenar la creación de nuevos institutos ni de servicios asociados a la Politécnica, faltaría más. Todo lo contrario. Es una gran noticia disponer de una institución así, de reconocido prestigio, que permite a Valencia jugar en la liga del conocimiento y la innovación y no sólo en la del turismo, los cruceros, el sol y la playa. Lo que me preocupa es la tendencia de los rectores, de éste y de todos, a dejar su huella arquitectónica, su «hito», sea en forma de Espai Lluís Vives para los alumnos o de «torre UPV». Por si no teníamos bastante con la triste e inútil torre-mirador de la rotonda, candidata al premio a la voladura controlada de aberraciones urbanísticas, al que también optan el nuevo Mestalla y el edificio acristalado de la plaza del Ayuntamiento, en esta primera edición que acabo de convocar. Como la legendaria fuente «con chorrito epiléptico» que decía el gran Pepe Isbert en 'Bienvenido Mr. Marshall', nos llega ahora la «torre UPV». Uff...
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