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Dónde estabas en el Mundial del 82, nos preguntamos en la redacción aquellos que, obviamente, ya habíamos nacido en dicho año. Fue, cómo olvidarlo, el ... Mundial en el que España jugó en Mestalla, un estadio reformado cuatro años antes con no demasiada fortuna. Los recuerdos se agolpan, el triste debut con Honduras, la victoria ante la desaparecida Yugoslavia gracias a un penalti a Saura que el árbitro se sacó de la manga (estaba más de medio metro fuera del área), el batacazo ante Irlanda del Norte con un gol de Armstrong y la comparación entre el inútil enclaustramiento de los futbolistas patrios en el parador Luis Vives con los irlandeses que en el Sidi Saler tomaban el sol en la piscina y bebían cerveza como si no hubiera un mañana. Yo estaba allí, en Mestalla, en sillas gol, con una banderita de plástico y una bolsa de confeti para crear un ambiente parecido al de Argentina 78. El Mundial fue un desastre para España porque aquella selección no competía como lo hizo años después gracias a Luis Aragonés y a una extraordinaria generación de jugadores. Pero con eso y con todo, con la polémica por Naranjito -un gordinflón mucho más simpático que el posmoderno e insulso Coby de los Juegos Olímpicos de Barcelona- y con los decepcionantes resultados, el Mundial pasó por Valencia y convirtió a esta ciudad en centro de la información durante unas semanas. Más allá de las obras en el viejo Mestalla y de la apertura de la avenida de Aragón, la cita mundialista no dejó huella visible. Pero hay otra competición que enfrenta a las ciudades y es la del prestigio. Para Valencia -tercera ciudad española en número de habitantes- sería un golpe muy duro quedar descabalgada de 2030. Ahora mismo, si las administraciones públicas no actúan con contundencia, es lo más probable. Porque la opción presentada es la del nuevo Mestalla. No la del viejo, que con una reforma podría ser sede. Y el nuevo está como se quedó en 2009, con las obras paralizadas y sin expectativa de una pronta reanudación. Fundamentalmente, porque a Peter Lim le trae sin cuidado este proyecto. Como le trae sin cuidado que Valencia albergue o no el Mundial. Sólo la presión de las instituciones -del Ayuntamiento, de la Generalitat y del mismísimo Gobierno central, si es que de verdad quieren que Valencia participe de la fiesta- puede conseguir que el nuevo Mestalla se termine y llegue a tiempo de la cita. Es el último tren para un proyecto mal concebido, excesivo, pésimamente planificado y que si nadie lo remedia se acabará mal, con una solución de emergencia, 'low cost'. De Catalá, Mazón y hasta de Sánchez depende. Porque Lim no va a mover ficha.
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