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Compareció Juan Luis Cebrián el miércoles por la tarde en el Casino de Agricultura para presentar 'El efecto Sánchez', un libro que recoge algunos de ... sus últimos artículos en El País. Obviamente, antes de que Prisa lo despidiera. Con Cebrián pasa como con Felipe González y hasta con Alfonso Guerra, viejos demonios de la derecha liberal y conservadora española que, sin embargo, con los años ha pasado a adorarlos. No tanto porque ellos hayan evolucionado desde sus posiciones socialdemócratas como porque los nuevos que han llegado -tanto al PSOE como a algunos medios de comunicación presuntamente «progresistas»- han acabado por lograr que se añore los tiempos del felipismo. Y hablo tanto de política como de periodismo. El caso es que Cebrián habló del valor de la Transición, de lo que no se enseña en los colegios, del papel principal que protagonizó el PCE de Santiago Carrillo, mientras el PSOE -el mismo que ahora 'celebra' los 50 años de la muerte de Franco- ni estaba ni se le esperaba. Y por supuesto, no eludió opinar sobre Pedro Sánchez, del que dijo que nunca se le ha visto con un libro... Pero el comentario que más me llamó la atención fue el de que sin Zapatero no existiría Sánchez. Porque en eso, el histórico primer director de El País, coincidió con un periodista y escritor que está en sus antípodas ideológicas: Federico Jiménez Losantos. «Con Zapatero empezó todo», me comentó cuando lo entrevisté. Con Zapatero y con Pumpido, entonces en la Fiscalía y hoy en el Tribunal Constitucional, pero siempre al servicio del régimen socialista. En esta columna he insistido hasta la saciedad -y pienso seguir haciéndolo- en esta teoría: el espíritu de concordia de la Transición se rompe con Zapatero, que es quien dinamita todos los puentes de diálogo con el PP, el que da alas al soberanismo catalán, el que reabre las heridas de la Guerra Civil que tanto había costado cauterizar con una 'memoria histórica' que ni es memoria ni es histórica, sólo rencor, venganza y falsificación interesada y partidista de unos sucesos trágicos. Zapatero, blanqueador de dictaduras bolivarianas y amigo del régimen comunista chino, entierra el proyecto socialdemócrata europeo de Felipe -que era el de Olof Palme y Willy Brandt- y abraza el populismo de corte latinoamericano. Sánchez es un alumno aventajado, con más sentido de la resistencia, con menos escrúpulos, sin corazón ni capacidad de empatía (Cebrián dixit). Alumno aventajado pero seguidor al fin y al cabo del personaje más siniestro y nefasto de lo que llevamos de siglo XXI en España: José Luis Rodríguez Zapatero.
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