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Cuatro habitaciones y un pasillo fue el balance en la madrugada de ayer del incendio sufrido en el antiguo Sidi Saler, uno más, debido a las frecuentes ocupaciones ilegales. El siniestro no fue a mayores debido a la rápida actuación de los bomberos y eso ... evitó que el enorme edificio junto a la playa se convirtiera en una tea ardiente.
Eso sí, ha vuelto a reabrir el debate del futuro del edificio, que se resume en su desaparición o reapertura como hotel de lujo. Trece años después de su cierre, con una degradación a ojos vista y una sensibilidad creciente en favor de proteger más el parque de la Albufera y, por extensión, la Devesa de El Saler, la decisión debería ser clara a favor de la piqueta.
Pero no será así, al menos a corto plazo. Tan lejos como el pasado día 17, La alcaldesa María José Catalá volvió a defender la reapertura en una entrevista en 'COPE Valencia', descartando cualquier otro uso. La asociación de vecinos reivindica que sirva para un centro de día y residencia de mayores, lo que se ha desestimado por la complicación legal de la licencia que necesitaría.
La misma dificultad auguro que habrá si finalmente el concejal de Urbanismo, Juan Giner, firma la licencia de obras para la reforma y reapertura del edificio. Compromís y PSPV aseguran que lo dejaron todo bien atado en los dos mandatos anteriores para que sea imposible que vuelva a la actividad. Fuera de ordenación, incluido en el Plan de la Albufera, etc. De tal manera que la única opción sea la regeneración de esa parte de la playa con dunas.
Y como el mandato municipal ha empezado en su primer año bastante fuerte, con un nivel de crispación tal que ha llegado a normalizarse lo de llamar «fascista», «mentirosa» o «ladrona» al oponente, el choque de trenes será inevitable.
Habrá pues un Algarrobico en Valencia, un conflicto judicial que se prolongará durante años alrededor del Sidi Saler. Al día siguiente de que la comisión de Urbanismo o la junta de gobierno tramite el primer papel en favor de la reapertura, llegará el recurso de cualquier asociación ecologista o partido político, para acabar todos de cabeza en un juzgado.
¿Vale la pena el desgaste para el gobierno municipal? Por mucho que Catalá y Giner insistan en que están negociando con la empresa concesionaria un proyecto «sostenible y ecológico» es difícil justificar un hotel en el borde de la playa aunque tenga paneles solares o tratamiento selectivo de residuos. La realidad es que el hotel no se podrá volver invisible.
Unos pocos cientos de metros en el interior de la Devesa, el Ayuntamiento tramita la demolición de la Venta, los ruinosos corrales de la Diputación donde se guardaban los toros que eran llevados después a la plaza de Valencia. Unas instalaciones que darán paso a más arbolado del parque natural, como debe ser. Es difícil justificar una decisión contraria precisamente en una playa amenazada por la erosión.
La concejalía de Devesa-Albufera ha encargado ya los primeros estudios para recuperar también un par de malladas, lugares donde afloraba agua dulce y que fueron aterrados en los 70 para la fallida (felizmente) urbanización de la Devesa. Tanto esta decisión como la anterior en la misma dirección, la preservación el parque natural. No entiendo el empeño de defender el hotel, cuando no se trata de una propiedad pública y, en último término, está sujeta a una concesión del Ministerio de Transición Ecológica. Con la petición a la Unesco de que la Albufera sea Reserva de la Biosfera a punto de caramelo, la permanencia del Sidi Saler se ha convertido en una patata de lo más caliente.
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