La calidad turística (y III)

Esto de cambiar la estrategia turística debe ser como lo de hacer girar un portaaviones, es decir, una maniobra lenta, aunque poco a poco el Ayuntamiento empieza a contar con herramientas. La primera es la aprobación del Plan Estratégico del Turismo, ya adjudicado y que debe ser entregado a los cinco meses de la firma del contrato. Finalmente y tras un accidentado concurso en el que fueron excluidas cuatro firmas, la ganadora provisional ha sido Deloitte Consulting SLU. Por algo más de 50.000 euros, una gota en el presupuesto municipal, el trabajo debe trazar una hoja de ruta y de debate para los próximos cuatro años acerca de la calidad turística y la llamada sostenibilidad. Como se indica en el propio pliego, los datos de ocupación son tan altos que superan porcentualmente a los de destinos tan singulares como Canarias o Barcelona.

La segunda herramienta con la que contará el Ayuntamiento es la Casa del Relojero. A la redacción del proyecto de equipamiento del edificio situado justo enfrente de la Catedral sólo se ha presentado una propuesta, con lo que mal tendría que ir ese concurso si no se revuelve pronto.

El edificio original y la ampliación servirán como oficina de información acerca del patrimonio arquitectónico del entorno, léarse la Catedral y el Santo Cáliz, aunque por su ubicación se convertirá en una oficina de información turística al uso. Un destino que debía haber sido resuelto hace lustros para acabar con uno de los rincones ruinosos más vergonzosos de Valencia en pleno itinerario turístico.

Es difícil decir cuando estará en marcha, todavía falta el concurso para las obras, aunque la calidad turística ganará cuando abra al público. La Catedral tiene un tirón para los visitantes innegable y cuenta además con un tesoro por descubrir, sus cubiertas. Si el Cabildo y la Conselleria de Cultura logran dar con la techa para su apertura, el éxito está asegurado desde el primer día.

Turismo de calidad, aunque no elitista. Regulación de apartamentos, pero no prohibición sin más. Control de la afluencia de cruceristas, pero nada de un veto general sin más. La estrategia debe aumentar la rentabilidad por persona sin convertir Valencia en una ciudad antipática.

La tercera herramienta cuenta con fondos europeos y un millón de euros de presupuesto. Servirá para la digitalización del comercio de la ciudad, al menos los que estén en condiciones. Se encuentra en plena fase de licitación y dará respuesta a una necesidad del turismo actual: que la información de la ciudad quepa en la pantalla de un móvil.

Hay más concursos e inversiones pero de momento la búsqueda de la calidad turística camina por el sendero adecuado. Aunque siempre hay que pedir más, como hizo en estas mismas páginas la Federación de Vecinos, al destacar que se está muy lejos de un control efectivo de los apartamentos turísticos, además de destacar el sacrificio del espacio público para los negocios.

En ambos casos, la ciudad tratada como una mercancía según la feliz definición de Antonio Cassola, hay que poner freno a los excesos. Es más mediático y goloso para algunos político buscar el récord pero deberíamos ser capaces de fijarnos más en la rentabilidad turística, tanto en los alojamientos como en todas las empresas que viven del maná de estos años. Sólo aso podrá ser Valencia una ciudad habitable para todos, incluidos sus vecinos.