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H asta en 89 ocasiones aparecen referencias a los comercios en las normas urbanísticas del Plan de Ciutat Vella aprobado en 2020. De momento es ... el documento de referencia para el centro de Valencia a pesar de los conflictos judiciales abiertos entre el Ayuntamiento y las asociaciones de viviendas turísticas. Y a pesar de ese detalle en sus 364 páginas, no ha conseguido frenar el cierre paulatino de comercios tradicionales.
Cuando ya estamos a punto de olvidarnos de la pandemia y el turismo encadena cada vez más mejores cifras en la ciudad, llegan esos pequeños empresarios para recordarnos que la inflación galopante, la subida casi delictiva del precio de los alquileres y la ausencia de un relevo generacional los están echando poco a poco de las calles del centro de Valencia.
Nada permanece de manera eterna, pero uno se acostumbra a ver la persiana levantada de esas tiendas y llamarles de vez en cuando para escuchar sus reivindicaciones, siempre con sentido común, sobre todo para conseguir mejores conexiones de transporte público y más seguridad en las calles. Y de repente un día ya no están.
En las calles más transitadas por los turistas el cartel de 'Se alquila' dura poco y enseguida vez que empieza la reforma del local, que ofrece cafés con leche con pajitas de eso que ya no es plástico, o souvenir de Valencia (donde siempre se cuela una bailarina de flamenca o un botijo con alguna referencia escabrosa a un guardia civil).
Y entonces piensas que las 89 referencias en el Plan de Ciutat Vella no son suficientes, o que sencillamente el Ayuntamiento poco puede salvo obligar al siguiente inquilino a mantener el rótulo del desaparecido comercio tradicional.
Es decir, que habrá que darle una vuelta a esto de los comercios singulares para que dentro de unos años, pocos por desgracia, no nos lamentemos de que Valencia ha perdido una de sus esencias. Está claro que en el barrio del Carmen quedan pocos vecinos que demanden una tienda de salazones y embutidos repletas de productos colgados del techo y exhibiendo delicias en mostradores de mármol o madera maciza (la mayoría comen jamón york y queso fresco por prescripción médica), pero una tienda de dulces en forma de pene en su lugar no es la solución. Nos merecemos algo con mejor gusto.
Lo digo porque nadie piense en el gobierno municipal que tiene margen. Ahora es el momento de abrir el libro de las ideas y ayudar al pequeño comercio. El aumento del gasto en la decoración navideña es un primer paso pero si escuchan a los propietarios hay muchas más decisiones que se pueden tomar a corto plazo.
La primera apuesta de la alcaldesa Catalá para Ciutat Vella ha sido modificar las líneas de la EMT. Una apuesta más que arriesgada a pesar de venir de una etapa que no acertó en esto. El mantenimiento de la gratuidad en el transporte público para los menores de 25 años es de las pocas noticias positivas y creíbles en el discurso de investidura de Pedro Sánchez, dado que se hará en el corto plazo. Ayudará esto a la EMT sin duda, aunque lo idóneo sería mantener la edad actual de 30 años.
¿Debe el Ayuntamiento regular más los usos de las plantas bajas para proteger al comercio? Urbanistas y abogados deben hablar sobre todo eso, ver la manera de casar la supervivencia de un sector y un paisaje cotidiano en Valencia con la liberta de mercado. El asunto no es fácil pero es que ya queda poco tiempo para hablar de este tema. Lo siguiente será que pasen a la categoría de especie en vías de extinción y trasladar algún pequeño comercio a un museo.
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