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Llevamos años hablando de la calle Colón, en concreto del tráfico, aunque menos de lo que deberíamos hacerlo de los viandantes que la sufren, víctimas ... de un diseño, mobiliario urbano y conservacón más que mejorable.
Valencia ha apostado por un modelo turístico de apertura total de puertas. Más aeropuerto, más hoteles y con la economía local, sobre todo la del centro histórico, dirigida especialmente a los visitantes. Es una apuesta legítima, desde luego, pero que destaca las deficiencias de algunas calles y servicios. En suma, presentan un escaparate poco digno.
La calle Colón resume un poco todo esto, aunque se podrían citar algunas más. Sin ir más lejos, la parte de la calle Xàtiva que va desde Ruzafa hasta la plaza de San Agustín. Es claro que las obras de Metrovalencia en la calle Alicante y las de Adif en la estación del Norte condicionan todo, pero sería deseable que cuando acaben se otorgue el protagonismo de ese espacio a los viandantes.
No sucede sólo en hora punta de compras, sino que los atascos de peatones empiezan a ser frecuentes, muy lejos de lo que debería ser un paseo agradable. La asociación de vecinos Pla del Remei-Gran Vía ya lo denunció el anterior mandato en cuanto a Colón: es necesario un lavado de cara a fondo en esa parte del centro, donde además han sonado las primeras alarmas sobre el tráfico.
No me refiero al de vehículos. Tras la apertura de un segundo carril el pasado diciembre en detrimento del transporte público, la cifra total apenas ha variado en el tramo final, aquel que recoge toda la circulación desde los cruces. El pasado abril, la intensidad media diaria fue de 11.718 vehículos, por 10.788 del pasado año y 10.713 del anterior. Es diferente en el medidor más cercano a Porta de la Mar, obviamente, donde se pasa de 4.426 a 8.255, dado que antes no podía acceder desde la Glorieta. Aún así, es interesante observar que seguimos lejos por fortuna de los 22.037 de 2017. Muchos han aprendido estos años que internarse por el centro con vehículo propio es un sinsentido.
Me refiero a la alarma sobre el primer abril que se ha registrado un descenso del tráfico de bicicletas y patinetes eléctricos en el tramo final con 5.279 frente a 5.992 en 2023. Es deseable que sea un espejismo, un fenómeno pasajero de la estadística. La bajada continuada de este transporte alternativo sería un síntoma más de que la calle Colón está lejos de ser el ejemplo de movilidad que pretende el Ayuntamiento.
La alcaldesa Catalá cumplió su compromiso electoral el pasado diciembre con la modificación de líneas de la EMT por el centro y la supresión de los accesos restringidos a Colón, junto con el doble carril para el transporte público. Queda el siguiente y definitivo paso, la reurbanización integral.
¿Cómo será? Debería ser con un concurso público, sin duda, gestionado por un jurado variado y lo más profesional posible, de instituciones representativas más que de grandes nombres mediáticos. Con pocos requisitos para los participantes, apenas el plan de necesidades de la EMT y poco más.
Confieso que cuando me interno en hora punta por Colón pienso si no sería mejor una peatonalización amplia, dejando un carril para el tráfico y otro para el transporte público. ¿Por qué no? me planteo mientras me escapo hacia Cirilo Amorós para seguir mi camino.
Seguro que hay mejores ideas pero el asunto es que empiecen a rodar, nunca mejor dicho. Al gobierno municipal de PP y Vox igual le estamos pidiendo que vaya demasiado deprisa, pero es imposible no hacerlo a la vista del maltrato al escaparate de Valencia.
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