Mientras escribo esto pienso en todos los artículos que debo trocear con unas tijeras en trozos pequeños, aderezarlos con un poco de sal y comérmelos ... sin atragantarme. Lo ocurrido este fin de semana en Valencia demuestra que estamos en buenas manos y que los jóvenes son una garantía para el futuro de la ciudad.
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Ver el viernes a una multitud dirigiéndose escoba en mano hacia el puente de la solidaridad desde la calle San Vicente Mártir, y que entre todos destacaran los jóvenes, confieso que me conmocionó cuando tropecé con ellos camino de la redacción. Sin mucha algarabía y con determinación se encaminaban hacia el infierno de barro.
Fue una sorpresa para todos menos para ellos, que habían quedado por el Telegram, WhatsApp o cualquier otro canal. Por miles, decenas de miles diría, para caminar hacia un trabajo ingrato, peligroso y gratuito pero por todo ello reconfortante. Ante esa escena, pensé mientras aparcaba la moto que la batalla contra el horror estaba ganada.
Me he quejado y mucho desde que escribo de los grafiteros, del vandalismo del botellón o de las conductas suicidas de los patinetes eléctricos en los carriles ciclistas. Pero todo eso queda empequeñecido frente a la marea de escobas y cubos que contemplé. Ya sé que es un poco ingenuo pero en estos momentos necesitamos reconfortarnos.
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Unas escobas que confío formen parte de las fallas de Valencia el próximo año. Sería el mejor homenaje a los voluntarios y si los artistas falleros quieren un icono sobre el que asentar los ninots, nada más indicado que el puente de la solidaridad. Es la mejor manera de agradecer su trabajo y se está a tiempo de hacerlo.
Los estudios demográficos dicen que Valencia es una ciudad envejecida, que la pirámide se ensancha cada vez más en el centro y que predominan los cuarentones. Este fin de semana no se ha visto nada de eso, sino todo lo contrario. Hasta tal punto que de repente se me olvidaran todas las suspicacias y la frase típica de «Pues si esta gente me tiene que pagar la pensión...» Yo creo que podrán con todo.
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Por esa razón toca ayudarles en la medida de lo posible. Yo me impongo escribir al menos una vez a la semana de los problemas que tienen para comprar o alquilar una vivienda en Valencia. Ya lo he hecho pero ahora el compromiso es obligado. El gobierno municipal debe apretar más y no conformarse con los mil pisos prometidos este mandato. Si pueden ser dos mil, mejor.
Y también toca ayudarles en la conciliación para que las familias dejen de tener un hijo o ninguno. Hay que sentar las bases de la ciudad del futuro y que haya más mascotas que niños no tiene ninguna gracia. Y eso pasa por facilitar todo tipo de medidas la maternidad a las mujeres, con una discriminación positiva que sea apabullante.
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Pero la vida sigue y las emociones darán paso hoy a un problema en Valencia: No hay transporte público salvo la EMT. De ahí que el Ayuntamiento anunciara ayer un plan de control de tráfico en los accesos de la ciudad, que es donde se espera el atasco. Sin Metrovalencia y con Cercanías muy tocada, los que vuelvan al trabajo cogerán el coche. Con las universidades públicas cerradas, al igual que algunas privadas y los colegios, yo creo que no será para tanto, aunque el ruego debe pasar porque los conductores tengan paciencia. La Generalitat pidió ayer a las empresas que favorezcan el teletrabajo pero otro asunto es que cumplan.
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